16/6/07

Las Bahamas, las Antillas y las Bermudas desde el prisma idiomático


Actualidad
Del 11 al 14 de junio se desarrolló en Cuba el
V Congreso Internacional Cultura y Desarrollo en Defensa de la Diversidad Cultural. (CUBARTE) - Correo
Sergio Valdés Bernal
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Como la lengua es el soporte idiomático de la cultura, por lo que no puede haber cultura sin lengua, ni lengua sin cultura, todo contacto entre culturas genera el intercambio lingüístico. Esto nos ha motivado a realizar la presente reflexión sobre la problemática de la diversidad lingüística en las Bahamas, las Antillas y las Bermudas.
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La colonización europea de las Bahamas y las Antillas dio origen un mayor proceso de transculturación, de mestizaje biológico y cultural, que el que ya existía en estas regiones precolombinas, habitadas fundamentalmente por comunidades con patrones culturales y lingüísticos originariamente amazónicos. De ahí que llamemos aruaco insular al conjunto de lenguas de idéntico origen etnolingüístico que hablaban los habitantes de estas islas, la fuente primaria de información sobre lo que llamaríamos América, en honor del geógrafo y navegante florentino Américo Vespuccio. Como era de esperar, estas islas tampoco escaparon a una nueva denominación, por lo que unas fueron llamadas Bahamas, del español bajamar, mientras que las restantes fueron conocidas como Antillas, nombre que los europeos daban desde la época medieval a un archipiélago mítico que creían estaba ubicado al otro lado del Atlántico, donde supuestamente se hallaba la no menos mítica Atlantis. Por otra parte, el deshabitado archipiélago ubicado al noreste de las Antillas y descubierto a principios del siglo XVI por el navegante español Juan Bermúdez, pasó a ser conocido como Bermudas.
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La colonización europea impuso sus respectivas lenguas en el área, pero todas recibieron el influjo del aruaco insular, que se percibe en una serie de vocablos comunes a todas ellas y que hacen alusión a la naturaleza y culturas endémicas, sin pasar por alto la rica y variada toponimia. A esto se sumó el intercambio cultural con otras áreas continentales, de las que procede una no menos variada relación de voces de procedencia náhuatl, maya, caribe, tupí-guraní, y quechua, que se refieren a conceptos y objetos que llegaron a formar parte de las culturas de los pueblos que habitamos las Bahamas, las Antillas y las Bermudas. A este violento proceso de intercambio lingüístico y cultural se sumó la introducción de negros subsaharanos e incluso de asiáticos.
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En líneas generales, al referirnos a estas islas, podemos identificar regiones de habla inglesa, francesa, holandesa y española, a partir del hecho de que estas lenguas constituyen idiomas oficiales de los territorios en cuestión. Pero, verdaderamente, la realidad idiomática es mucho más compleja y variada.
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Pero vayamos desde lo más simple hasta lo más complejo. Por ejemplo, Cuba y República Dominicana son territorios eminentemente hispanohablantes, aunque en la primera haya pequeñas comunidades de hablantes de haitiano y de algunas lenguas asiáticas, como por ejemplo el chino, hoy lengua vestigial. En República Dominicana, por su frontera con Haití, tiene áreas de habla haitiana, pero en este territorio resalta el cabo de Samaná, donde en 1824 se asentaron ex esclavos norteamericanos originarios de Filadelfia, de cuyos numerosos descendientes, hoy los viejos hablan inglés, lo hijos son bilingües, y los nietos hablan español. Caso aparte lo constituye el “Estado Libre Asociado” de Puerto Rico, donde la lengua “más” oficial es la inglesa, pero la “más” nacional lo es la española.
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Mucho más complejo es el mundo angloparlante. En las Bermudas, ocupadas oficialmente por Inglaterra en 1613, la lengua oficial actual es la inglesa, pero en estas islas se hablan el portugués, el alemán, el francés y otras lenguas europeas o asiáticas como lenguas familiares o comunitarias, amén del criollo inglés. En cuanto a Bahamas, su lengua oficial es la inglesa, pero algunas capas de la población hablan un inglés criollo que se asemeja al inglés estadounidense, situación que se repite en Turcos y Caicos. En Jamaica, la mayoría de las personas sabe algo del criollo y algo del inglés jamaicano estándar, pero usa variedades intermedias según la situación y el interlocutor (De Camp, 1971). Algo similar ocurre en las Islas Caimanes, antigua dependencia de Jamaica. En las Islas Vírgenes Británicas la lengua oficial es el inglés, aunque se habla una variante criolla (Hancock, 1977); en las Islas Vírgenes Estadounidenses, adquiridas de Dinamarca en 1917, se habló el negerhollands, un criollo holandés que surgió en las Antillas Holandesas, concretamente en San Eustaquio y San Martín, y hoy extinguido, pero ahora se habla inglés y una variante criolla, además de bolsones de hispanohablantes en Santa Cruz, y de hablantes de un francés criollo en Carénage y Santo Tomás (Valdman, 1978). En San Cristóbal y Nevis, así como en Anguila, la lengua oficial es la inglesa, además de que se habla un inglés criollo (Hancock, 1977: 374) y existen bolsones de habla francesa, ya que la isla fue posesión de Francia hasta 1783. En Antigua y Barbuda, así como en Montserrat, la lengua oficial es la inglesa, pero existen variantes criollas de esta. Caso interesante es el de Barbados, cuyo inglés vernáculo comparte muchos rasgos con los ingleses criollos del Caribe, pero tiene menos subsaharanismos y recuerda mucho el inglés del occidente de Inglaterra (Le Page y Tabouret Keller, 1985).
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La diversidad lingüística se vuelve mucho más compleja en Dominica, “descubierta” por Colón en 1493 y habitada por ingleses y franceses con sus esclavos hasta finalmente devenir colonia británica en 1814. La lengua oficial es la inglesa, además de que se habla un criollo francés inteligible con los de Guadalupe, Martinica, Santa Lucía, Granada y Trinidad. En Santa Lucía, cuya lengua oficial es la inglesa y se toma como modelo de la misma la hablada en Barbados, concretamente la de Castries, la capital (Le Page y Tabouret Keller, 1985), entre el 50% y el 70% de la población habla criollo inglés, mientras que el 40% es monolingüe en criollo francés. Algo similar ocurre en Granada, antigua posesión francesa de 1650 a 1762, donde todavía se habla marginalmente un criollo francés que coexiste con variedades criollas y estándar del inglés, la lengua oficial (Valdman, 1978). San Vicente y Granadinas, por su parte, han compartido con Haití y la Guayana Francesa el criollo francés, casi extinguido en San Vicente; en ambas islas la lengua oficial es la inglesa. Trinidad y Tobago sobresalen por haberse hablado en Trinidad un criollo francés, hoy en extinción, además de utilizarse un criollo inglés influido por el barbadense (Le Page y Tabouret Keller, 1985). En Tobago, por su parte, el criollo inglés recibe el influjo del jamaicano. Para colmo, en Trinidad se hablan el hindi y el urdu como lenguas familiares y comunitarias, ya que casi el 40% de la población procede de la India (Carrington, 1976).
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Ahora nos adentramos en el Caribe francéshablante. En primer lugar, tenemos a Haití, en la que impera una evidente situación de diglosia en la clase “alta”, ya que esta emplea el francés en situaciones formales y el criollo en las no formales, pero la mayoría de la población es eminentemente monolingüe en criollo francés, del que se identifican tres dialectos principales: occidental, meridional y septentrional (Valdman, 1977). No menos interesante es la situación idiomática en las llamadas “Antillas Francesas” o “Indias Occidentales Francesas”, que comprenden Martinica y las siete islas de Guadalupe. Martinica es un departamento ultramarino de Francia desde 1814, en el que la lengua oficial es la francesa, pero la mayoría de la población rural utiliza una variante criolla de esta, además de la existencia de pequeños bolsones de hablantes de inglés criollo (Valdman, 1977). En Guadalupe también se da el mismo caso de convivencia del francés estándar con el francés criollo. Interesante es la situación idiomática de San Martín, la isla binacional más pequeña del planeta. La porción septentrional es dependencia de Guadalupe, por lo que en ella la lengua oficial es la francesa, que convive con la variante criolla; mientras que la porción meridional pertenece a las llamadas Antillas Neerlandesas, en la que se habla holandés, francés, inglés y una variante criolla de este último. La situación lingüística de San Bartolomé también es peculiar, pues la mayoría de sus habitantes es de origen europeo y una comunidad habla una variante criolla del francés caribeño, mientras que la otra utiliza un francés con rasgos parecidos al hablado en Canadá. A esto se suman inmigrantes anglófonos de San Cristóbal (Valdman, 1978). San Bartolomé es otra dependencia de Guadalupe, en la que la lengua francesa y la inglesa comparten un mismo territorio, con variantes criollas.
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Por último, tenemos la unidad autónoma del Reino de los Países Bajos llamada Antillas Neerlandesas u Holandesas, que geográficamente se diferencian en dos partes, Curazao y Bonaire, próximas a las costas venezolanas, y San Eustaquio, Saba y la porción meridional de San Bartolomé, distantes a 900 km hacia el nordeste. A este conjunto hay que añadir la isla autónoma de Aruba. En esta última y en Curazao se habla holandés, inglés y papiamento, un criollo de origen portugués, que es la segunda lengua oficial junto con el holandés desde 1956. El papiamento, debido a su cercanía con Venezuela, actualmente está muy hispanizado, lo que dio origen a una gran discusión en cuanto a su origen portugués o hispano. Al parecer, se ha llegado en parte a la convicción de que el papiamento procede del criollo portugués aportado por esclavos africanos e inmigrantes holandeses que habían vivido en Brasil y que se asentaron en estas islas durante la segunda mitad del siglo XVII (Goodman, 1987).
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A modo de resumen, podemos señalar que las lenguas aruacas de las Bahamas y de las Antillas se extinguieron, pero dejaron una huella identificadora de las variantes regionales de las lenguas europeas que se hablan en las Bahamas, las Antillas y las Bermudas. Las relaciones comerciales de los asentamientos europeos con otras regiones continentales colonizadas, por otra parte propiciaron el intercambio de conocimientos, objetos y denominaciones de procedencia no aruaca, que enriquecieron el acervo léxico amerindio de las variedades de las lenguas europeas habladas en esta porción insular del llamado Nuevo Mundo.
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Hecho interesante es el habla de los garífunas de San Vicente y Dominica, cuya lengua originaria fue el llamado caribe insular, realmente una lengua aruaca que se extinguió en 1925. Por cierto, la cultura garífuna, hoy también presente en Honduras y Belice, debe su origen a la leyenda antillana del jigüe o del güije, deidades acuáticas de color negro. Esto se debió al naufragio de un buque negrero en San Vicente, cuyos sobrevivientes, al llegar a la costa, fueron recibidos como deidades por los caribes, con quienes se mezclaron y dieron origen a los llamados caribes negros. Los caribes negros fueron derrotados por los británicos y expulsados en el siglo XVIII hacia Centroamérica donde expandieron la cultura hoy llamada garífuna, variante de kalífuna (del car. ins. kali- yuca + - fu- clan + - na sufijo pluralizador = miembros del clan de la yuca: Taylor, 1977) .
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Por otra parte, donde predominó el componente etnolingüístico subsaharano sobre el europeo, surgieron modalidades criollas de las lenguas aportadas por los colonizadores que procedían de Europa: el papiamento de Aruba y Curazao, el inglés y el francés criollo de las Bahamas, las Bermudas y las Antillas colonizadas por Inglaterra y Francia. El criollo francés de Guadalupe, Dominica, Martinica, Santa Lucía, Granada y Trinidad comparte rasgos afines y llama la atención por su similitud con variantes criollas francesas del Océano Índico (Taylor, 1977). Los criollos ingleses, por el contrario, son muy heterogéneos. Otro elemento etnolingüístico no menos interesante en el área es el asiático, constituido por indios y paquistaníes en Bermudas, Antigua, Bahamas, Islas Vírgenes y Haití; por chinos en las Antillas Holandesas, Trinidad y Tobago, quienes conservan sus respectivas lenguas en función familiar o comunitaria. Finalmente, tenemos a los árabes, numerosos en Guadalupe y Saint Kitts.
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En fin, de este lado azul del Atlántico, como lo llamara José Martí, las Bahamas, las Bermudas y las Antillas constituyen una región de gran diversidad lingüística y cultural, que debe ser preservada. Como dijera Cervantes en una oportunidad, cada lengua es una ventana que se abre al mundo, por lo que no debemos cerrar estas ventanas, sino mantenerlas abiertas de par en par, estudiarlas, fortalecerlas, para que el maravilloso arco iris cultural de nuestra región continúe embelleciendo lo real maravilloso de estas afortunadas islas.
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Bibliografía:
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