26/7/07

«La integración de España y Portugal que plantea Saramago no es nada descabellada»


Francisco José Faraldo, ayer, durante la entrevista.
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Francisco José Faraldo, profesor y fundador de «Área Ibérica» opina que «el viejo temor a Castilla está muy mitigado y ahora los portugueses ven el modelo español como algo a seguir»
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J. L. ARGÜELLES
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Profesor del Instituto Español en Lisboa y fundador de la asociación asturiana «Área Ibérica», Francisco José Faraldo es un profundo conocedor de la realidad portuguesa. En esta entrevista analiza la propuesta del escritor luso y premio Nobel José Saramago, residente en Lanzarote, para la integración de los dos países ibéricos. Portugal se ha subido a ese debate. -Saramago plantea que Portugal se convierta en la decimoctava comunidad autónoma española. ¿Es una vuelta de tuerca en las posiciones iberistas?-Hay que tener en cuenta dos cuestiones, la figura de Saramago y la historia de las ideas iberistas. No me parece que haya nada nuevo, pero sí el marco en el que se produce ese planteamiento. El iberismo tiene su apogeo a mediados del siglo XIX. Hay figuras hoy olvidadas, pero muy interesantes, como Sinibaldo de Mas, que fue el primer embajador de España en China y escribió la obra «Memoria de la conveniencia de la integración legal y pacífica de Portugal y España». Las ideas de Saramago están ahí, en ese libro, donde se dan detalles de la posible bandera o el escudo. Desde las posiciones iberistas se han hecho incluso propuestas más avanzadas que las de Saramago, cuya novedad está, insisto, en el marco, por la cuestión económica. -¿En qué sentido?-Sus declaraciones se han leído, creo, mal. El aspecto cultural es el más problemático, porque Portugal no es Botswana. Tiene una identidad, y no hablo sólo de la lengua, fortísima, y un cuerpo cultural muy diferenciado, no miscible. Ahora bien, en el resto, yo y muchos más apoyamos una unión por abajo. -¿Qué características tendría esa unión?-Los centros de aproximación de los gobiernos de España y Portugal han fracasado estrepitosamente. ¿Qué puede facilitar las relaciones? La economía y los recursos comunes, como la energía. Pero el Mibel (Mercado Ibérico de la Electricidad), por ejemplo, está paralizado. No sólo eso, sino que las tarifas han subido. Lo mismo ocurre con el plan sobre el gas, es decir, que no se ha hecho nada. Todavía no se ha hecho un plan hidrológico común, hasta el punto de que todos los años mueren pescadores portugueses porque se abren los pantanos españoles sin avisar. O sea, que se vive de espaldas en aspectos fundamentales. Lo que hay es una invasión económica española que ha creado dos actitudes en los portugueses: un papanatismo integrador, con universitarios que van más allá que Saramago y dicen que la integración debe ser inmediata, sin negociación; y otra, en sentido contrario, de defensa. La primera avanza. La propuesta de Saramago está más elaborada. -¿Es posible a medio o largo plazo? -Yo la veo factible siempre que las aproximaciones se hagan por abajo, de asociación a asociación y de entidad a entidad. Los gobiernos han fracasado, pero cada vez hay más relación entre las personas. -¿Existe ese debate en la sociedad portuguesa?-Hay que hablar de Saramago, porque su figura funciona como la del buen traidor, de la estirpe de gente como Blanco White o Goytisolo, gente necesaria que ama a su país y por eso mismo critica lo que ve mal. Creo que hay una dosis alta de provocación en lo que dice y ha sido una manera de agitar las aguas en un país que se ha quedado en la terraza del café viendo pasar la vida. Es como si Europa se moviera, para bien o para mal, y Portugal fuera como la figura sentada de Pessoa a las puertas de A Brasileira. Hay una paralización total. Si hubiera una igualdad económica, a nadie se le ocurriría una propuesta como la de Saramago, pero la situación es caótica, de desastre total, al borde de la quiebra. Eso hace que se vea con otros ojos al vecino, en este caso España, más poderoso. El planteamiento de Saramago, con todos los matices que se quiera, no es nada descabellado. -Hay quien afirma que es un planteamiento sin demasiado sentido en una Europa de moneda única y sin fronteras comerciales. -Pero es un planteamiento que está ahí y que yo creo que surge de la desesperación, fruto de la situación portuguesa. Saramago ha arrojado la piedra al estanque y eso es algo necesario en un país con las aguas estancadas. Es una propuesta saludable. -¿Qué similitudes y diferencias ve entre la idea de Saramago y otras del campo iberista, incluidas las de escritores como Unamuno o Torga?-La situación política es muy distinta y yo creo que esas otras propuestas tenían más de retórica que otra cosa. En el marco europeo y, sobre todo, viendo cómo está territorializada España, la propuesta de Saramago tiene otra dimensión. Portugal es muy diferente de España, pero ¿lo es más que Euskadi, por ejemplo? -Da la impresión de que la historia pesa en contra. Me refiero al viejo temor portugués a Castilla.-Es un temor que, en estos momentos, veo muy mitigado. Es cierto que hay minorías muy nacionalistas, pero también amplios sectores sociales con cierto papanatismo español y una visión bastante acrítica de lo que es España. Sólo ven las grandes cifras y creen que aquí atamos los perros con longanizas. Ahora bien, para los portugueses el modelo a seguir ahora es España. Sólo pongo un ejemplo: las portuguesas cruzan la frontera para parir en España y eso sí es algo que toca la fibra nacional. El producto interior bruto (PIB) portugués está como el de Chipre y Croacia; el déficit es el más alto de Europa, así como el abandono escolar; hay un problema de formación serio y los cuadros han emigrado; el desempleo es el que más crece en la UE. -¿A qué achaca esa crisis?-En gran parte a que el empresariado ha seguido el título de la película de Woody Allen, toma el dinero y corre. La gestión de los recursos europeos ha sido desastrosa y no se han hecho inversiones para modernizar la industria. Ya no son competitivos y lo que hacen es cerrar. A eso se añade la gestión política, también desastrosa, con gente que abandona el barco, como Durão Barroso. Ahora intentan recuperarse cargándose el sector público: los funcionarios se han convertido en el enemigo número uno. Dicho esto, aclarar que en Portugal el iberismo tiene connotaciones negativas. -¿Por qué cree que las manifestaciones de Saramago no son descabelladas?-Hay que fijarse en los términos que utiliza en la entrevista y no quedarse sólo con los titulares. Por ejemplo, es cierto que Portugal ha perdido su autoestima y que debe hacer un esfuerzo gigantesco, porque, entre otras cosas, tiene una cultura impresionante. -Entre quienes ven poco factible la integración ibérica hay quien señala el peso del pasado. Hablamos de dos países que libraron una fuerte competencia por sus posiciones imperiales.-Propuestas de este tipo se han hecho siempre, como se ve por los numerosas publicaciones de mediados del siglo XIX. El asunto nuevo es el marco español, multinacional y con un régimen autonómico. Dicho esto, habrá poco que hacer mientras los gobiernos no se pongan de acuerdo en lo mínimo, que son los recursos comunes. Todo eso funciona a través de las cumbres iberistas, de las que nunca sale nada. He hecho un seguimiento y nunca hay manera de conocer las conclusiones, lo concreto. En el último encuentro se reunieron en Badajoz 220 personas, incluidos trece ministros españoles y ocho portugueses; paralizaron la ciudad. Bueno, pues estoy esperando que se diga algo. Asociaciones como la nuestra trabajan por abajo, de forma modesta. -¿Hay muchas entidades de ese tipo en España?-En Extremadura, Galicia y algo Andalucía; en el resto, poco. -Tengo la impresión de que los intercambios culturales han ido a menos en los últimos años.-Se ha reducido el programa de enseñanza, así como el número de profesores en las zonas españolas donde hay población portuguesa. -¿Qué aporta el debate abierto por Saramago?-Creo que juega un papel muy similar al que tuvieron intelectuales como Sartre tras la II Guerra Mundial. Es estupendo que haya ese debate y la propuesta no me parece, por la situación que vive Portugal, inviable.
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La Nueva España-España/Inicio/26/07/2007

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