12/8/07

Jóvenes pobres, México pobre

12/08/2007

Opinión
Saúl Arellano
La Crónica de Hoy
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Es un lugar común afirmar que el futuro de un país está determinado por el futuro de sus niños y de sus jóvenes. En consecuencia, cancelar el futuro de los jóvenes, puede significar también cancelar la posibilidad de construir un proyecto compartido de país en el que todas y todos podamos ver garantizados nuestros derechos.El día de hoy, se celebra el Día Internacional de la Juventud, y las cifras dadas a conocer por el Consejo Nacional de Población son alarmantes, sobre todo si se piensa en las oportunidades y en las capacidades que como país tenemos y vamos a tener en el futuro próximo.En México hay alrededor de 28 millones de jóvenes entre 15 y 29 años, y de acuerdo con las proyecciones de población 2005-2050 de CONAPO, en 2050 esta cifra bajará a poco más de 21 millones de personas. A esto habrá que agregar que la esperanza de vida promedio sobrepasará a mediados del siglo, los 80 años.De acuerdo con el mismo organismo y con los datos sobre pobreza que presentó recientemente el Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (CONEVAL), en México la mitad de los jóvenes de entre 15 y 24 años son pobres; y puede sostenerse que casi 60% de las niñas y niños menores de 15 años viven en las mismas condiciones.El reciente informe presentado por el director del Instituto Mexicano del Seguro Social debe poner en alerta a todos, pues lo que nos muestra la crisis financiera del Instituto es entre otras cosas, la acelerada transición demográfica y el envejecimiento poblacional, con la consecuente pérdida del bono demográfico; todo esto expresado en la realidad de que cada vez hay menos trabajadores en activo por cada jubilado o pensionado.A lo anterior, debe agregarse la migración y el éxodo de jóvenes en nuestro país. Cada año, durante los últimos 6 años, de acuerdo con CONAPO salieron del país cerca de 220 mil jóvenes, de los cuales, cada vez son más los que cuentan con mayores niveles educativos y ma-yores capacidades, lo cual significa no sólo una pérdida en términos de los jóvenes que se van de nuestro país, sino de un conjunto de oportunidades de desarrollo y generación de riqueza en México.El desempleo es sin duda otro de los problemas más graves a que se enfrentan nuestros jóvenes. Y es seguramente la precariedad del ingreso, lo que lleva a muchos de ellos a tomar la decisión de emigrar y de buscar mejores oportunidades, aun bajo riesgo de morir en el desierto o cruzando el río; o bien de sufrir vejaciones, maltrato y discriminación cuando logran cruzar ilegalmente la frontera.Por si fuera poco sólo 7 de cada 10 jóvenes de 15 años asiste a la escuela. Y de los que lo hacen, informa CONAPO, es probable que el 50% deserte de la educación media superior, debido a la falta de ingreso y carencias económicas en sus hogares. Lo más alarmante para nuestro país es que de los jóvenes de 15 años que logren continuar estudiando, sólo 3 de cada 10 continuarán en la escuela al cumplir 20 años. Hay que decir que aun cuando el analfabetismo en nuestro país ha logrado reducirse a poco más del 8% de la población, también es cierto que este porcentaje implica cerca de 8.5 millones de mexicanos, en su mayoría mujeres; dato preocupante porque está demostrado que los hijos de estas personas enfrentan muchos mayores riesgos que los hijos de las personas que cuentan con algún grado de instrucción o que saben leer y escribir.En México, de acuerdo con el Índice de Rezago Social, 45.9% de la población mayor de 15 años cuenta con estudios de educación básica incompleta. Lo que implica que esta población estará ocupándose, cuando logre hacerlo, en los empleos de menor calidad, sin acceso a la seguridad social; sin prestaciones mínimas y nuevamente, sin la garantía de una pensión digna en el futuro.Cuando se habla de pobreza, suele pensarse mayoritariamente en la ausencia o insuficiencia de ingreso; se cree que si se eleva el ingreso, los problemas sociales comenzarán a resolverse de manera gradual y sostenida; sin embargo, lo que no se ha planteado suficientemente, es que los efectos que genera la pobreza en las personas puede producir simultáneamente, no sólo la pérdida de oportunidades, sino del propio deseo o de la voluntad de intentar construir proyectos de vida basados en la formación educativa o incluso a través del empleo formal. La pobreza genera fracturas mayores, pérdida de expectativas, renuncia e incluso desistimiento de la vida. Así lo muestran las cifras sobre suicidio en México, y los preocupantes indicadores de crecimiento en las tasas de mortalidad y morbilidad por suicidio e intentos de suicidios que se registran cada año.La vitalidad de los jóvenes es indispensable para modificar las estructuras de desigualdad que persisten en nuestro país. Se sabe que son los jóvenes quienes en mayor medida tienen e impulsan la vocación de cambio; los ánimos de renovación y la apertura de nuevas perspectivas sobre lo que un país y una sociedad pueden ser.La generación de jóvenes que hoy viven estas condiciones no puede simplemente esperar a que pasen los años y vean cómo las oportunidades se nos fueron de entre las manos, o peor aún, que ni siquiera se tuvo la capacidad de construirlas para darles las herramientas para edificar un México mucho más solidario y justo con todos.Ante esta realidad, México todavía carece de una política precisa de atención a los adolescentes. Pocas instituciones cuentan con políticas y programas específicos que de manera directa atiendan a la juventud. No hay clínicas públicas, por ejemplo, de rehabilitación de adictos; no hay líneas telefónicas gratuitas suficientes de apoyo y ayuda emocional para jóvenes en crisis emocionales o afectivas; no hay una adecuada política para garantizar los derechos sexuales y reproductivos de los jóvenes, y esto se ve reflejado en la creciente tasa de embarazos juveniles y adolescentes en todo el país, con el consecuente incremento en el número de madres solteras que, a su vez, no cuentan con apoyos como el acceso a guarderías, capacitación y empleo digno.México está muy lejos de ser hoy un país apropiado para las niñas, los niños y los adolescentes. Se requiere de manera urgente, no sólo más recursos e inversión financiera, sino mucha inteligencia, imaginación y sobre todo, de voluntad política para invertir de una vez por todas en quienes representan nuestro porvenir.Ningún país, ninguna clase política puede decirle a sus jóvenes que tendrán que esperar 50 años para que puedan ver un país con mayor cohesión social, justicia y equidad. Hacerlo implica un despropósito mayor que no tendrá otra consecuencia, sino fincar desde hoy, nuestra derrota como país en el futuro.
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