4/8/07

Zapatero tiene mucho que explicar

JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ ZAPATERO, presidente del Gobierno de España, ha visitado las Islas para dar unas cuantas palmaditas en la espalda y, por mucho que se quiera vender de otra forma, reconocer la diferencia de trato con que la administración estatal premia a Canaria y castiga a Tenerife. El jefe del Ejecutivo, que bien podía informar de lo que ha informado sin necesidad de moverse de su cómodo y amplio despacho en el Palacio de La Moncloa, anuncia la creación en Tenerife de una Unidad Militar de Emergencias ¡como la que ya existe desde hace tiempo en Canaria! Nos parece, más que bien, justo, imprescindible, aunque tardío, dicho anuncio, que confiamos en que no se quede en una mera promesa. Pero lo primer que debe hacer el Gobierno español es explicar con claridad, sin dobleces ni ambigüedades, qué es lo que le ha llevado a crear dicha unidad exclusivamente en una isla, la de siempre, Canaria, a pesar de ser la tercera del Archipiélago en superficie, contar con menos población y con una superficie forestal cuasi ridícula si se compara con la tinerfeña. La justificación de la operatividad regional de dicho destacamento queda descartada, toda vez que el anuncio de su implantación en Tenerife supone el reconocimiento implícito de que la operatividad de la unidad existente en Canaria se limita en exclusiva a esa isla. Entonces, ¿qué ha llevado a Madrid a adoptar tan caprichosa decisión? Miren ustedes hacia el pasado, a lo que viene ocurriendo en las últimas décadas, y encontrarán la respuesta. La especial connivencia entre los dirigentes de los partidos estatalistas, los que se hallan en los despachos madrileños, que son quienes de verdad mandan, y sus adláteres en Canaria, explica ésta y otras injusticias, como es el caso, en este mismo ámbito, del traslado de la Delegación de Defensa a Las Palmas.
Confiamos en que esta revelación propiciada por Rodríguez Zapatero le resulte clarificadora al nuevo presidente del Gobierno canario, Paulino Rivero, con vistas a que se decida de una vez, sin mayor dilación porque no hay causa alguna que la justifique, a modificar la reforma de ese juguete canarión denominado Estatuto de autonomía, que oficializa la mentira del "gran", pervierte la razón con la enumeración alfabética de las Islas y humilla a Tenerife con el tratamiento uniforme de las islas en el escudo de la Comunidad autónoma. Carece de sentido que el señor Rivero continúe tolerando lo que toleraron sus antecesores, dos tinerfeños como Adán Martín y Manuel Hermoso que, a pesar de ello, ejercieron como firmes defensores de lo canarión. Las consecuencias de sus errores las seguimos padeciendo. Y es que la mala fortuna ha querido que quienes residimos en esta Isla suframos a una clase política en buena medida formada por personajes acomodaticios, indiferentes y, lo que es peor, "mamandurrieros". Muchos de ellos, a pesar de su impericia, de haber perjudicado a Tenerife conscientemente, continúan en sus poltronas a cargo, cómo no, de los impuestos que pagan cientos de miles de tinerfeños que se ven recompensados por el olvido, cuando no directamente por el maltrato. Cómo es posible que personajes que se han empleado abiertamente contra Tenerife, tal es el caso de los ponentes en la comisión que propuso esa comicada de reforma del Estatuto: Santiago Pérez, Alfredo Belda, José Miguel González, Francisco Hernández Spínola y Cristina Tavío, permanezcan en sus puestos sin que nadie les pida responsabilidades. Por lo que se ve, errar, ir en contra de los intereses de los propios votantes, no sólo sale barato, sino que en ocasiones incluso tiene premio.
El nuevo presidente de las Islas, un hombre cabal que siente el nacionalismo más que sus predecesores, o al menos eso ha demostrado a lo largo de los últimos años, debe hacer lo posible por restablecer el equilibrio entre las Islas, algo para lo que, repetimos, es imprescindible una modificación del texto estatutario, y al mismo tiempo debe considerar dicho texto como el paso previo al logro de la soberanía para el Archipiélago, siempre manteniendo unos profundos lazos con la administración y la monarquía españolas. Los tristes incendios de los últimos días han evidenciado una vez más la peculiaridad de Canarias, que a la evidente lejanía con respecto al territorio español suma el desconocimiento por parte de los dirigentes estatales de su realidad y, por lo tanto, los efectos de un mal gobierno, porque sólo se puede defender lo que se conoce, y para Madrid las Islas jamás han dejado de ser un mero souvenir atlántico.
Rodríguez Zapatero, seguramente sin ser consciente de ello, ha subrayado con sus palabras que la administración estatal usa diferentes varas de medir según se trate de una u otra Isla. Ahora trata de enmendar un error que se había convertido en demasiado evidente, pero para resultar convincente tendrá antes que explicar por qué Canaria y por qué no Tenerife a la hora de decidirse por la ubicación de la primera Unidad Militar de Emergencias. ¿Y si no se hubiese declarado un incendio de tamaña magnitud en Tenerife? En ese caso, nada de nada. Como casi siempre.
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El Día/04/08/2007

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