21/9/07

La política del amor y del odio

21/09/2007
Opinión
Por: Amy Glover
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El sentimiento anti-inmigrante en Estados Unidos va en aumento y complica la vida tanto para las personas que residen en el país ilegalmente como para las que ya tienen su residencia o ciudadanía. También genera un conflicto para los políticos estadunidenses que buscan ganar elecciones. Los hispanos —que incluyen inmigrantes no solamente de México pero de toda América Latina— representan el 11% del padrón electoral estadunidense. No pueden ser ignorados ni es conveniente ofenderlos; es un balance muy delicado. Los que residen en el país ilegalmente no votan, pero iniciativas como el muro fronterizo y la satanización de los inmigrantes mexicanos por grupos de la extrema derecha no son bien recibidas en la comunidad hispana porque la línea entre el inmigrante legal e ilegal se borra ante tanta polémica. Mientras que el ambiente de prejuicio en contra de los inmigrantes es más fuerte que nunca —algo particularmente sorprendente dado que Estados Unidos es un país que se construyó a base de la inmigración (y la esclavitud…)—, también existen claros indicios de que el idioma español y la cultura mexicana y latinoamericana (como la cubana en Florida) han ganado un lugar firme en el país. El español ahora se usa hasta en algunos anuncios de televisión y lo latino se ha vuelto “cool”, especialmente en el mundo de la farándula (Eva Longoria, J Lo, Salma Hayek, Shakira, Gael García, etcétera). Los demócratas se dan cuenta que los hispanos podrían ser la clave para recuperar la Casa Blanca en el 2008 y han hecho esfuerzos para atraer su apoyo. A pesar de que el debate entre los candidatos presidenciales en español fue más bien traducido al inglés con palabras intermitentes en spanglish (Bill Richardson es el único candidato que puede conjugar un verbo en español), sin duda representó un paso psicológico importante. Hoy en día ningún candidato puede darse el lujo de ignorar a este segmento de la población. Desde sus días como gobernador de Texas, George W. Bush cultivó una relación con la comunidad hispana, lo cual le ayudó a ganar las elecciones del 2000 y el 2004. Pero tanto su ineptitud para obtener la aprobación de una reforma migratoria amplia como haberle dejado el campo libre a los elementos más conservadores de su partido, son indicadores que están siendo interpretados por muchos hispanos como una traición. Una encuesta de USA Today/Gallup (27 de junio, 2008) muestra que los hispanos se identifican, cada vez más, con el partido demócrata. Según la encuesta, el porcentaje de hispanos que se definen como republicanos bajó de 19% en 2005 a 11% este año, mientras que la proporción de hispanos que se definen como demócratas aumentó de 33% al 42%. Karl Rove, el ex asesor político del presidente George W. Bush, dijo estar preocupado sobre esta situación. “No puedes ignorar las aspiraciones de la minoría de mayor tasa de crecimiento en el país”. Precisamente. En el largo plazo, la inevitable incorporación de millones de inmigrantes ilegales a la vida formal de la Unión Americana aumentará de manera importante la influencia de los hispanos como un grupo político. El partido que logre consolidar una relación firme con este segmento de la población tiene todo para ganar en las futuras elecciones. Represalias necesariasEl Congreso de Estados Unidos insiste en violar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte en materia de autotransporte y México ya debería tomar represalias con la meta de abrir este mercado, como es su derecho legal. Durante doce años, México ha esperado con paciencia y mesura la implementación del libre tránsito de camiones dentro de la región norteamericana. El gobierno de George W. Bush, que apoya esta apertura, implementó un programa piloto junto con México para permitir el acceso de los camiones mexicanos a principios de este mes, pero repentinamente el Senado votó 75-23 para frenarlo. Este es un margen de aprobación suficiente para contrarrestar un posible veto presidencial. Este acuerdo es fundamental para la eficiencia de la logística regional, y si vamos a osar hablar de la necesidad de alcanzar una mayor integración norteamericana, primero tenemos que cumplir con los compromisos adquiridos en el TLCAN. En un mundo de creciente competencia en el ámbito global, los congresistas estadunidenses deberían tener un poco más de visión estratégica y lealtad hacia sus vecinos y sus propios exportadores, pero a estas alturas no vamos a convencerlos con argumentos sino apretándoles las tuercas. La única manera de hacerlo será a través de represalias comerciales. Es necesario que los congresistas estadunidenses se den cuenta que seguir violando el TLCAN tiene un costo directo para el bienestar económico de sus comunidades.La oposición de los Teamsters, el sindicato de los camioneros de Estados Unidos promueve el proteccionismo y utiliza el prejuicio y el miedo para convencer al público, y por extensión a los congresistas, de no permitir el paso a los mexicanos. En Washington han pintado una imagen de los camioneros mexicanos como unos cafres borrachos que manejan micros y asaltan a las mujeres en las gasolineras. Es francamente ofensivo. En realidad, la industria del autotransporte nacional lleva años preparándose para esta apertura y tanto los camioneros como los camiones mexicanos tendrán que cumplir con una serie de requisitos estrictos para poder participar en el programa. México es un exportador de talla mundial, cuenta con tecnología de punta y merece respeto. Pero la imagen amenazante del camionero mexicano es simplemente la herramienta política que se utiliza para disfrazar el proteccionismo gringo. ¿Y cuál es la única manera de cambiar su opinión? Hay que tomar represalias en contra de los productos que le duelen a los sectores de mayor poder político en Estados Unidos. México tiene el derecho de tomar represalias, derivado del fallo de un panel de solución de controversias del TLCAN, pero el gobierno debe analizar con cuidado cuáles productos escogen para maximizar su efecto en la Unión Americana. Primero, no debemos aumentar aranceles a insumos que requiere la industria mexicana, de lo contrario nos estaríamos dando un balazo en el pie. Sobre todo, la decisión no debe tomarse para satisfacer a nuestros propios grupos proteccionistas, sino que se deben escoger productos sensibles políticamente en Estados Unidos. Al imponer barreras de manera estratégica, que les peguen a los legisladores de mayor peso en el Congreso estadunidense, podremos generar aliados en los sectores exportadores del país vecino. Así se juega en las grandes ligas. Y ¿qué pasará si México no hace nada? Precisamente eso… nada. Hay que ganarse el respeto.

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