5/9/07

‘La vida de los otros’ para saber lo que es el totalitarismo

Hace unos días con motivo de la polémica sobre Educación para la Ciudadanía Esperanza Aguirre manifestaba que “tenemos pensado que en nuestra Comunidad se proyecte la película “La vida de los otros” que según Aguirre, es muy reveladora de lo que es una dictadura comunista, para ilustrar a los alumnos sobre en qué consiste el totalitarismo.
Recordemos que la película en cuestión, es uno de los pocos films que ofrece una documentada visión de lo que era la vida real de los ciudadanos en la Alemania oriental bajo la implacable persecución de todo tipo de libertad de expresión. Debido al frecuente compromiso de la “cultura” europea de la postguerra con el marxismo, escasean las obras de denuncia social o política contra los regímenes comunistas del telón de acero.
Entre 1946 y 1987 más de 70.000 personas murieron víctimas de la represión comunista en la sarcásticamente llamada República “Democrática” de Alemania. La tristemente famosa Stasi que retrata “La vida de los otros”, bajo la dirección del ministro para la Seguridad del Estado, Erick Mielke, un hombre que se jactaba de ser chequista y discípulo de Beria, que gozaba de la confianza de Erich Honecker, se encargó de la tarea de crear un aparato policial gigantesco dedicado a espiar a todo ciudadano alemán y a eliminar a los llamados enemigos del pueblo.
Quizás la faceta represiva más conocida de esta siniestra ceración del comunismo alemán, fue su actuación en el Muro de Berlín. La Stasi, recomendaba a sus agentes en un documento recientemente publicado, “no duden en hacer uso de las armas, ni siquiera si la transgresión fronteriza se produce en compañía de mujeres y niños, algo que los traidores utilizan con frecuencia”. 270 personas perdieron la vida a consecuencia de los disparos cuando intentaban cruzar el Muro.
Hoy uno de los enclaves de la maquinaria represiva comunista puede ser visitado en Berlín. Es el Memorial Hohenschönhausen, antes checa central de la Stasi. En el edificio de Hohenschönhausen, que había albergado un comedor social creado por los nazis, instalaron los soviéticos, tras la conquista de Berlín en 1945, un centro de detención de su policía política. Con la creación de la República Democrática Alemana en 1951, se le traspasaron a aquella el local y sus funciones.
La Justicia alemana lleva más de 10 años persiguiendo a los responsables de las muertes del Muro de Berlín, y ante los tribunales han desfilado desde soldados rasos que dispararon contra fugitivos, hasta antiguos jefes de Estado que diseñaron la implacable política de fronteras de la Guerra Fría. Desde la unificación alemana, en 1990, se han celebrado más de 50 juicios contra guardafronteras y cuatro grandes procesos contra altos responsables políticos y militares.
Sin embargo muchos se preguntan por qué no se persigue a los criminales comunistas con la misma dureza que a los nazis. El juicio más sonado fue el que se celebró entre 1992 y 1993 ante la Audiencia Territorial de Berlín contra el último dirigente comunista de la extinta República Democrática Alemana (RDA), Erich Honecker. El proceso acabó prematuramente y sin sentencia para Honecker, porque un tribunal superior ordenó su puesta en libertad por motivos de salu —tenía 80 años y un cáncer de hígado—, y el líder comunista marchó a Chile, donde vivía su familia, y donde murió en 1994. Algo impensable en el caso de un alto responsable nazi.
Tampoco han recibido el mismo trato que los criminales nazis responsables comunistas de más bajo rango El primer juicio contra los guardias fronterizos había terminado con penas de prisión con libertad provisional, porque los jueces habían considerado que los soldados estaban en un escalafón demasiado bajo como para poder ser plenamente responsables de aquellos actos. Los acusados de alto rango también alegaron que tenían una autoridad superior y pidieron que testificara el ex presidente de la URSS, Mijail Gorbachov, así tres ex dirigentes comunistas fueron absueltos porque sólo estaban acusados de “homicidio por omisión”.
Tan sólo Egon Krenz, miembro del Politburó comunista, recibió una condena digna de tal nombre, y con seis años de prisión, muy lejos de las condenas a muerte, cadena perpetua o 20 años de prisión con que todos los jerarcas nazis fueron castigados.
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minutodigital - España/05/09/2007

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