6/9/07

Mandela en el cine (2)

Escena de la película "Adiós Bafana"
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Al margen de las muchas críticas que se le puedan hacer, la experiencia militante de Nelson Mandela refleja en no poca medida la de la lucha contra el “apartheid”, un régimen que parecía indestructible. El cine sigue dando testimonio de su lucha, y lo seguirá haciendo.
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Pepe Gutiérrez-Álvarez
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En un primer capítulo hicimos un repaso de las diversas películas centradas en la trayectoria militante de Mandela, un personaje sobre el que también hemos ofrecido diversos apuntes biográficos en el contexto de la resistencia africana contra el “apartheid”. Por la importancia reestratégica de Sudáfrica, esta lucha fue la clave de bóveda de la lucha por la libertad y el socialismo, y su victoria política cerró un período de la historia del continente. Esa historia sigue abierta, quizás con más llagas que nunca, y por lo tanto, esta experiencia volverá a ser recordada, y necesitará ser estudiada. Recuerdo haber leído un artículo de Félix de Azúa en el que este sacaba su trasfondo más airado (y creo que más olvidado), para escribir una trágica y veraz conclusión: “África es el Auswitsch del capitalismo”.

No es de otra manera que se puede mirar actualmente la realidad africana, con una pasado de esclavismo y colonización y un presente neoliberal que nos es más que otra vuelta a la tuerca de pasado. Como ya he escrito ampliamente en estas páginas, hay un cine de aventuras coloniales, y hay también una filmografía contra el “apartheid” que, después de diversos preámbulos, consigue el éxito internacional con Grita libertad, que ponían en tela de juicio o criticaban abiertamente la actuación de los gobiernos occidentales, y que llegaba justamente cuando se desencadenada una campaña internacionalista de amplio calado que tuvo su correlato en España, y quizás especialmente en Cataluña. En los últimos tiempos, el cine ha vuelto a África para ofrecer sus propias aportaciones y denuncias, títulos como Diamante de sangre, El jardinero fiel, o El último rey de Escocia, sobre los que habrá que volver ya que se impone reforzar al máximo los trabajos internacionalistas que se siguen haciendo, y que actualmente cobran más sentido con .la tragedia de la emigración, y los asesinatos institucionales inherentes a la llamada “Ley de Extranjería”. Una Ley que habrían aplaudido los gobiernos del “apartheid”.

En estas fechas hay en marcha un ambicioso proyecto cinematográfico sobre Mandela que retoma el título de una obra de Graham Greene, que, curiosamente comportaba una de las principales alegatos internacionales contra este sistema, El factor humano, que por lo demás fue llevado al cine por Otto Preminguer, y dio lugar a una película desigual pero muy importante. Su productor, Morgan Freeman, es a la vez su protagonista. No es la primer vez que Freeman se asoma a Sudáfrica, recordemos igualmente que su “ópera prima” como director fue la adaptación de Bopha, una denuncia muy dura de la actuación policial, amén de una película muy correcta. Morgan cuenta que conoce a Mandela desde hace algún tiempo, y que “su dimensión humana agiganta su figura histórica. Interpretarlo será un honor”.

The Human Factor cuenta como Mandela aprovechó la copa del Mundo de Rugby de 1995 en Sudáfrica para luchar contra la herencia del “apartheid” y crear una conciencia común de país más allá de las diferencias en el color de la piel. El guión está firmado por Anthony Peckham y es una adaptación de la obra del periodista y escritor John Carlin, The Human Factor: Nelson Mandela and te Game that Changed the World, un capítulo histórico sobre el que el lector encontrará una información en mi artículo Conoce tu enemigo. Una lección política de Nelson Mandela, publicado en Kaosenlared.

Más recientemente, el cineasta sueco Bille August cuenta en Adiós Bafana (USA, 2006) la que hasta ahora sido su última película la historia del celador sudafricano blanco James Gregory, cuya vida se vio implicada con la de Nelson Mandela, como prisionero. El tema de fondo pasa por el cuestionamiento de en semejante situación, cuál de los dos era realmente el preso y cuál el hombre libre. Esta historia carcelaria de Mandela sobre la que john Carlin había escrito unas estupendas crónicas (aparecidas aquí en El País) era desde hacía tiempo un guión en espera de ser llevado a la pantalla. Cineasta de corte tradicional, bastante irregular (suyas son perlas como Las buenas intenciones, basada en un guión de Bergman, y Jerusalén, una magnífica adaptación de Selma Largeloff sobre la que me gustaría dar más detalles), en este trabajo opta por un enfoque soslayado, centrado en la lenta y previsible transformación del punto de vista blanco. De un personaje absolutamente repulsivo, pero obviamente, también un ser humano, producto de unas circunstancias que estaban cambiando vertiginosamente fuera de la prisión,.

Curiosamente, la trama está basada en las memorias del carcelero, un tal James Gregory (Joseph Fiennes), es por lo tanto otra historia sudafricana contada por un hombre blanco. Pero a la postre, la historia de Gregory es la prueba de las ideas de Mandela sobre la capacidad de cambio, explica el cineasta. Se demuestra la importancia de la reconciliación en un mundo con más conflictos que nunca. El tal Gregory es un arquetipo de blanco racista que considera a los negros como una especie subhumana. Creció en una granja de Transkei y aprendió a hablar xhosa de niño, de ahí que sea el escogido para vigilar a Mandela (Denis Haysbert) y a sus compañeros en la prisión de Robben Island. En un principio, Mandela reacciona con ira, luego recapacita. A las malas todo puede ser peor, se trata de saber cambiar las actitudes, y así es, lentamente la lealtad del carcelero se incline poco a poco hacia la lucha de liberación de Sudáfrica.

Dado el escaso conocimiento de los espectadores, justo es agradecer a August el empeño de recreación del momento histórico y las vicisitudes de Mandela a través del rodaje en escenarios naturales y de una documentación rigurosa. La narración no escatima información de las tres décadas que Mandela pasó una cárcel ideada para destruirlo. Como ya hemos contado en otro lugar, en 1963 se le acusa de sabotaje, traición y de conspirar COI otros líderes políticos, por lo que es condenado a cadena perpetua. Cuando el presidente Frederik De Klerk levantó la prohibición que pesaba sobre el CNA, Nelson Mande! fue liberado en medio de la movilización más impresionante de la historia africana. Como presidente del CNA, un año más tarde se sentaba con De Kerk para negociar el fin del apartheid, pero también la garantía de que la minoría blanca mantendría sus privilegios en medio de un contexto internacional francamente reaccionario. Por una cosa y ambos fueron galardonados con el Nobel de la Paz en 1993, punto especialmente celebrado en la miniserie Mandela y De Klerk, que bajo la batuta del amanuense Daniel Petrie interpretaron Sidney Poitier y Michael Caine, quienes, por cierto otra vez, casi treinta años atrás habrían protagonizado una de las primeras aproximaciones tangenciales a la resistencia contra el “apartheid” en La conspiración de Wilby (Ralplh Nelson, USA, 1975), y en la que el personaje de Poitier es un trasunto de Mandela.

. Las primeras elecciones de la historia de Sudáfrica se celebraron al año siguiente y Mandela tu elegido presidente de la llamada "nación del arcoiris”. Ocupó el sillón presidencial desde 1994 a 1999, y su actitud fue básicamente integradora partiendo de la consideración de que esta primera fase era ineludible, y por supuesto preferible a una guerra civil cuyas consecuencias eran completamente imprevisibles. Radical y moderado pues, la trayectoria de Mandela lo ha convertido en uno de los personajes más influyentes en Ia política del pasado siglo es digna de la hagiografía de celuloide. Eso se vio empañada en los últimos años de su gobierno por algunos casos de corrupción, en la expansión de la tragedia del SIDA, y el aumento de la delincuencia, por supuesto ubicada en los barrios negros. El país ha conocido un importante desarrollo económico que, como es propio del neoliberalismo, ha aumentado todavía más las diferencias sociales. Ahora los negros pueden entrar y salir de donde quieran, nadie se mete con quien se acuesta, su presencia el os cuerpos de seguridad se ha regularizado, también ha crecido una burguesía negra, y en ella destacan algunos de los nombre mayores del CNA. El lector más interesado pueden conocer todos estos detalles en el documental de Joyce Shelton para Dsicovery Channel, Apartheid: un futuro incierto.

Con su reconocida pericia, August centra el encuadre en Ia dura condena de Mandela y su grupo, y en cómo se produce el milagro de un carcelero racista llega a confraternizar con el condenado. El título, según el propio director, se refiere a la despedida real de los dos hombres tras la liberación de Mandela. "Bafana” significa chico en xhosa y alude a ese carcelero que de niño vivió con los negros y que cabo de los años acaba siendo amigo de uno de ellos. La historia claro está, mezcla hábilmente drama carcelario con sentidas dos; de emoción. Como suele ocurrir, con una película de este cariz, una cosa es su aportación cívica, el interés sobresaliente del tema, su valor histórico, y otra diferente, su calidad cinematográfica. El caso es que sin ser una gran película, se puede decir de ella que es una trabajo fehaciente muy depurado en sus detalles como la ambientación, la interpretación, y que resulta por lo tanto un material de incuestionable interés para un buen cine-forum africanista.

Es una verdadera pena que, con todas las facilidades que hoy permite un sistema como el DVD y las pantallas “cañón” que pueden encontrarse en cualquier entidad social y/ocultural, esta práctica del cine para debatir, no sea aprovechada. Paciencia.
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kaosenlared.net - España/06/09/2007

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