6/9/07

Rusia: la política energética agresiva no elimina la interdependencia entre productor y consumidores

El acuerdo entre Eni y Gazprom de otoño de 2006 lleva a reflexionar sobre la voluntad real de Putin y las relaciones político-económicas entre Rusia y Europa. El presidente ruso nunca ha escondido su intención de utilizar el arma energética para devolver a su país el papel que merece, pero ello no significa que esté dispuesto a ser arrogante con Europa, como han concluido apresuradamente algunos comentaristas: al contrario, en el proyecto de reactivación de la economía rusa de Putin Europa juega un papel principal en el sentido en que garantiza la compra de gas y petróleo a precios de mercado y se desvive por entrar con sus capitales en el territorio de la Gran Madre. A falta de clientes europeos, el Kremlin podría despedirse de sus intenciones de ser potencia. Si es cierto, en definitiva, que Europa necesita a Putin, también es verdad que Putin necesita a Europa.

Alberto Strazzer

La premisa: petróleo y estrategias de potencia

Tal y como han subrayado algunos historiadores, las vicisitudes económicas (y en consecuencia políticas) de la Unión Soviética durante la segunda mitad del pasado siglo han estado muy influenciadas por el coste del petróleo en los mercados internacionales: de hecho, cuando en los años '70 la inestabilidad política en Oriente Medio que disparó los precios del petróleo llevó al mundo a la crisis energética y a “apretarse el cinturón”, la economía soviética se vio inundada de petrodólares, que supusieron una bocanada de oxígeno para un sistema ya entonces maltrecho. Cuando, en cambio, a principios de los '80 se dieron las condiciones para una vuelta a niveles contenidos (20 $) del precio del oro negro, los soviéticos se vieron privados de una buena parte de sus ingresos. De ahí vino un período de dura crisis que contribuyó de manera determinante a la caída de la propia Unión Soviética. Pero la demostración de esta hipótesis no acaba aquí: el annus horribilis de la era Yeltsin (y de hecho el último) fue 1999, cuando el precio del petróleo alcanzó uno de sus mínimos históricos, menos de 10 $ el barril.

Esto demuestra que el mercado del petróleo, en tanto que mercado, está sujeto a las reglas de la oferta y la demanda y a las muchas variables que inciden sobre los precios y que determinan fases de bonanza y fases de gran crisis.Esto es así a pesar de que cada vez más reservas están siendo controladas de facto por los estados (Rusia, Irán, Venezuela, Kazajstán y otros).

Entre esas variables, la especulación se ha convertido en los últimos tiempos en la principal: empujada por las incertidumbres sobre la oferta y por la inestabilidad de las regiones productoras, su consecuencia principal es que las variaciones del precio del barril resultan cada vez más difíciles de prever en cuanto están reguladas por mecanismos muchas veces no racionales.En este marco de altos precios pero también de gran incertidumbre e inestabilidad, la Rusia de Vladimir Putin se ha vuelto a encontrar con que es el país más favorecido, por dos motivos que se entrelazan entre sí: el petróleo ruso sólo resulta competitivo en un contexto de precios altos, que permiten neutralizar los costes de producción (hasta 10 veces superiores a los del petróleo de Oriente Medio), y que el mundo occidental tiene cada vez más necesidad de desvincularse de este último (viendo su creciente inestabilidad), prefiriendo optar por la dependencia del “Oso ruso”.
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La lección de la historia sobre la estrategia de Vladimir Putin: el acuerdo con ENI
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Consciente de la lección de la historia, Vladimir Putin sabe que el sector petrolífero es muy insidioso para Rusia en cuanto una variación a la baja de los precios del crudo condenaría a muerte su intento de hacer renacer a la Madre Rusia. Por ello, el “presidentísimo” ha decidido orientarse de otra manera y jugar sus cartas (los ingresos del petróleo) sobre otro recurso en el cual Rusia es muy rica: el gas natural.Por sus características, el mercado del gas natural ofrece ventajas que no son reproducibles por el del petróleo: para empezar, on se trata de un verdadero mercado, en cuanto no hay índices de referencia (nada de wti o brent) y el precio se establece sobre bases bilaterales en los contratos. Esto da a Rusia (y a los productores en general) una serie de garantías:

-una fundamental estabilidad de los precios, que se actualizan con el consenso de las dos partes del contrato (buena parte de los que se han cerrado últimamente por países europeos con Moscú establecen que eventuales desacuerdos serían resueltos mediante arbitraje internacional);

-la posibilidad de programar inversiones y planes de desarrollo sin la espada de Damocles de un desplome del precio de la materia prima, lo que es útil para Rusia en este momento, más que a otros países;

-la posibilidad de usar el precio del gas como palanca política, como en los casos de las crisis ucraniana y bielorrusa.

En segundo lugar, el gas natural es un combustible con un impacto ambiental muy inferior al del petróleo: viendo las tendencias y las normativas que se han extendido en los últimos años en el mundo occidental, esta puede ser una carta fundamental en las manos de Moscú porque garantiza una dependencia cada vez mayor de Europa y Estados Unidos de este recurso.

También hay un elemento a tener en cuenta, como que, una vez desarrollado según las potencialidades del país, el gas podría ser un buen apoyo donde agarrarse en caso de bajadas del precio del petróleo, incluso un sustituto del mismo: los ingresos garantizados por los contratos permitirían una mayor seguridad de los planes de inversión y de relanzamiento de la economía.Sin embargo, sobre este proyecto planea una incógnita: la del tiempo de disponibilidad que, por la naturaleza del mercado del petróleo, no es cuantificable. Los precios podrían seguir siendo altos durante los próximos diez años o bien empezar a caer ya en los próximos meses.Por ello, la orientación del presidente ruso es la de darse la mayor prisa posible, llevando a cabo una política agresiva (como en las crisis con Ucrania y Bielorrusia y en el acuerdo Gazprom-Sonatrach) que le permita optimizar el tiempo del que dispone.En este marco, el acuerdo con la italiana ENI está destinado a hacer escuela porque en él se manifiestan los puntos básicos de la estrategia de Putin:

-colaboración con empresas occidentales para recuperar el gap tecnológico fruto de 15 años de crisis económico-política;
-apertura del mercado nacional a empresas extranjeras bajo la guía de Gazprom (que permanece en mayoría, para evitar contratos colonialistas como los de los años '90)
-entrada de Gazprom en los sectores de distribución de otros países, garantizándose de esta manera la presencia en todo el proceso productivo, desde la extracción hasta la comercialización.
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Implicaciones: Europa teme a Vladimir Putin
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Sobre el acuerdo en cuestión han corrido ríos de tinta, tanto en Italia como en otros países occidentales. Se ha llegado a hablar de colonización rusa de Italia o de acuerdo anti-competencia y se ha definido a Putin como una especie de moderno autócrata que quiere congelar a Europa.La realidad, sin embargo, es más prosaica. Convencido ya desde los tiempos de la tesis en el instituto minero de San Petersburgo (1997) que Rusia puede aspirar a volver a ser superpotencia a corto plazo utilizando solamente la enorme cantidad de materias primas de que dispone (sobre todo combustibles fósiles), Putin se está dando cuenta hoy de que la materialización de esta idea (que es el objetivo de su presidencia) depende casi exclusivamente de un elevado precio del petróleo y que en este sentido el tiempo del que dispone es escaso.

Si se da como cierta la hipótesis por la cual, también ahora igual que siempre ha ocurrido en el pasado, el actual precio alto del petróleo representa sólo una fase pasajera, habría que concluir que antes o después las leyes del mercado determinarán una bajada de las cotizaciones.Esto es aún más cierto hoy, cuando el primer factor que determina el precio ya no es la relación oferta-demanda, sino la especulación: ésta incluso acaba amplificando las noticias (a menudo imprecisas, intencionalmente vagas o incluso falsas) relativas al sector, determinando un aumento constante de los precios y un comportamiento esquizofrénico del mercado, donde las variaciones de los precios a menudo no encuentran justificaciones racionales.Por ello, como en la actualidad se está asistiendo a un aumento constante de las cotizaciones, en el futuro el efecto de la especulación, en presencia de señales que hacen presagiar una disminución de la conflictividad en Oriente Medio o un aumento de la capacidad de refinación, podría estar representado por una clara bajada del mercado.

Por este motivo, el petróleo no es el instrumento ideal para la política de Putin: su mercado es ya demasiado competitivo e inestable. Es mejor, pues, centrarse en el del gas, más constante en cuanto implica precios de venta acordados y las ventajas ya citadas.Frente a esta estrategia, sin embargo, hay un pero, representado por el escaso volumen que el mercado del gas tiene respecto al del petróleo: viendo sus dimensiones aún reducidas, no es capaz de garantizar, a corto plazo, ingresos comparables a los del petróleo. Por ello, si las cotizaciones del crudo tuvieran que bajar a corto plazo, las ganancias garantizadas por el gas no serían suficientes para permitir que el presidente continuara con su proyecto de relanzamiento del país.Putin se encuentra, en resumen, con las manos atadas: la condición sine qua non de su proyecto está destinada al fracaso, ya que el mantenimiento de las elevadas cotizaciones del crudo no dependen de él. Él sólo puede intentar actuar sobre una de las variables que actualmente influyen en su valor (la inestabilidad en Oriente Medio, a través de su apoyo a Irán) para intentar ralentizar una eventual bajada.Frente a esta situación, lo que le queda por hacer es concentrarse en la provisión de gas a Occidente, esperando mientras tanto que las cotizaciones del crudo permanezcan en los niveles actuales para construir un sistema de aprovisionamiento constante y garantizado, capaz de garantizarle ingresos cada vez mayores y, sobre todo, más seguros que le permitan planificar gastos e inversiones para hacer crecer las dimensiones del sector.

Finalmente, los que temen al presidente ruso opinan que la red de alianzas que el Kremlin está tejiendo (en primer lugar con la argelina Sonatrach) tenga como objetivo la constitución de un cartel (una especie de OPEC del gas) capaz de actuar sobre los precios de manera arbitraria. Esta perspectiva parece exagerada por como mínimo dos motivos: primero, porque los países europeos ya han empezado a construir estructuras como regasificadores capaces de reducir la dependencia del gas importado mediante gasoductos y están gastando millones de euros en investigación sobre fuentes alternativas; un comportamiento desconsiderado sobre los precios del gas implicaría recurrir de manera aún más decidida a estas fuentes de aprovisionamiento, con la superación de los últimos obstáculos que impiden recurrir al mismo de manera masiva (como las tensiones sociales causadas por la construcción de los regasificadores y los altos costes de las fuentes eco-compatibles). Además, debido a sus características, el mercado del gas no es compatible con la presencia de un cartel de control de los precios, en cuanto, como ya se ha comentado, se establecen mediante contratos. Es más probable, como dicen algunos comentaristas (y como dice querer hacer el propio Putin), que una organización de este tipo pueda ayudar a que la oferta sea más estructurada y estable.
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Conclusiones: la vía de escape europea en caso de una dependencia excesiva
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El peligro de una colonización rusa de Europa no es un elemento que parezca probable, al menos a corto plazo: Putin está aún demasiado concentrado en la construcción de un sistema eficiente y estable de aprovisionamiento para pensar en qué hará el día de mañana.Además, la lógica de mercado, que está entrando también en el sector del gas, tiene sus normas y una de ellas es que quien paga manda. A Rusia le conviene más garantizar el aprovisionamiento de una Europa que paga 250 $/1000 m3 que el de antiguos países satélites que hasta ahora han sido ampliamente subvencionados por Moscú (y que, además, se han mostrado bastante reacios).

Del mismo modo, para los europeos lo más importante es recibir gas de manera constante y a precios establecidos mediante contratos: en este sentido, el acuerdo ENI-Gazprom no marca nada nuevo en el sentido en que el aprovisionamiento de gas continuará hasta 2035, con los rusos que intentarán mantenerlo constante y sin modificar unilateralmente los precios.El riesgo para Putin en caso de llevar a cabo una estrategia altamente agresiva estaría en que las grandes compañías energéticas occidentales pudieran encontrar otras fuentes de aprovisionamiento: por ahora, a falta de un cartel, siempre habrá algún país (como Qatar) dispuesto a venderlo a precios inferiores al ruso. Además, esto aceleraría los programas de construcción de regasificadores y el recurso a fuentes eco-compatibles (todas ellas acciones ya en marcha).El sentido común dicta, de hecho, que un estado deba garantizarse siempre una alternativa cuando se trata de cuestiones de interés nacional: a falta de conocimiento sobre los programas a largo plazo de Putin, es mejor tener alternativas disponibles.
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Equilibri.net - Italy/06/09/2007

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