7/10/07

México en los tiempos del dengue

07/10/2007

Opinión
Por: Saúl Arellano
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Los fenómenos meteorológicos suelen mostrarnos la enorme fragilidad de nuestra condición, así como las carencias y rezagos sociales en las sociedades contemporáneas. Nos hacen evidente también lo que numerosos investigadores y científicos nos han alertado a lo largo de los años: frente al cambio climático son los más pobres, y en particular las niñas, los niños y las mujeres, los más vulnerables.La terrible tragedia del reciente tsunami en Indonesia nos mostró que los más de 250 mil muertos que pudieron contabilizarse, eran en su gran mayoría víctimas de la pobreza, y como consecuencia, víctimas de la falta de prevención y capacidades para hacer frente a un fenómeno de esta magnitud.Después de esta tragedia ocurrió lo inimaginable. Un huracán azotó y devastó una de las ciudades de mayor fama mundial: Nueva Orleáns, en el estado sureño de Louisiana en los Estados Unidos de Norteamérica, se vio inundado y devastado a causa de una suma de factores que terminaron por evidenciar, una vez más, lo que meses atrás había ocurrido en Indonesia: fueron los más pobres quienes pagaron las consecuencias. Los barrios más pobres y las casas de quienes perciben menores ingresos y menor calidad de servicios se vieron destruidas y pronto se pudo mostrar que aún la primer potencia del mundo es vulnerable a los embates de la naturaleza que, sumada a una serie de errores en decisiones de política pública, terminaron por poner en riesgo a una de las ciudades del sur de los Estados Unidos con mayor número de visitantes anuales por turismo.De estas lecciones debemos aprender básicamente dos cosas: 1) la pobreza tiene impactos no sólo en la capacidad de ingreso y satisfacción de necesidades de las personas, sino que incrementa su vulnerabilidad ante fenómenos naturales, la mayoría de ellos asociados al cambio climático y; 2) los efectos de los fenómenos naturales pueden poner en riesgo a los sistemas de salud pública de las sociedades y en consecuencia, generar regresiones en indicadores y logros sociales alcanzados.Como suele ocurrir, en nuestro país no hemos aprendido de éstas y otras lecciones. En Chiapas las personas están de vuelta en zonas de riesgo debido al incumplimiento de las autoridades federales en la reconstrucción y dotación de viviendas; en Veracruz las plantas productivas se han visto arrasadas, cuando hay posibilidades, aún mínimas, de previsión y prevención frente a fenómenos meteorológicos.México está viviendo ya los efectos del cambio climático y con ello han resurgido riesgos asociados a la salud pública que no han requerido de grandes catástrofes para mostrarnos la enorme vulnerabilidad de las sociedades ante la falta de previsión de las autoridades responsables del cuidado de la salud pública.Hay dos casos paradigmáticos que pueden ejemplificar lo que se sostiene líneas arriba y que deben alertarnos y servirnos de ejemplo para prevenir y actuar a tiempo en la generación de políticas efectivas que permitan garantizar los derechos humanos y sociales de todos.El primero de estos casos es el de la Ciudad de Salamanca, en Guanajuato. Una ciudad media de alto desarrollo económico, pero que para llegar a este punto ha tenido que pagar el costo de convertirse en la ciudad con mayor polución del país. Resulta inaudito que una ciudad con menos de 500 mil habitantes, tenga niveles de contaminación del aire, superiores a las grandes zonas metropolitanas del país, incluida la Zona Metropolitana del Valle de México. La explicación es muy simple: la presencia de una Refinería y de una Planta Termoeléctrica, ambas propiedad del Estado mexicano, y ambas sin capacidades de renovación por la falta de recursos para la inversión en nuevas tecnologías no contaminantes.El caso de Salamanca nos muestra la posición medieval de opacidad y ocultamiento de información. Resulta increíble la negativa inicial de las autoridades de reconocer los problemas sociales, y generar en consecuencia soluciones concertadas y coordinadas entre los distintos órdenes de gobierno. Resulta paradójico que exista un diagnóstico elaborado presuntamente por la Semarnat en el que se describen las críticas condiciones ambientales de Salamanca, y que las autoridades se hayan negado hasta ahora a darlo a conocer públicamente.El segundo caso, nuevamente ubicado en el estado de Guanajuato, es el brote de casos de dengue en la ciudad de León; sin duda, León es quizá la ciudad con mayor riqueza del Bajío mexicano, y la que cuenta con mayores capacidades e infraestructura para la inversión; y aún en medio de este enclave de desarrollo, este mes nos enteramos que hay un brote con ya casi 40 casos confirmados de dengue. La causa explicada por expertos independientes: la capacidad de resistencia generada por el mosquito transmisor de esta enfermedad, debido a su adaptación a las nuevas condiciones climáticas de la región, aunado a una pésima política de prevención y control de vectores. Lo peor del caso: la negativa de las autoridades a reconocer de inmediato el problema y anunciar a la población del riesgo y sobre todo, de las formas en que debe actuar para evitar que el brote se siga propagando. La pregunta que surge frente a este caso es: si pudo darse un brote de dengue en León, ¿qué puede ocurrir y qué estará gestándose en las comunidades más pobres de la entidad, y desde luego de las comunidades más pobres del país, como resultado y efecto del cambio climático?En otro artículo publicado en este mismo espacio, titulado “Las nuevas epidemias”, había alertado sobre los riesgos asociados a nuevas condiciones de la globalidad y el calentamiento global. Pues bien, el caso de León sirve para confirmar que a la par de considerar a estas nuevas agendas, no pueden descuidarse las enfermedades y los rezagos endémicos de nuestro país.Pensar en un México en los tiempos del dengue, pudiera remitirnos a los inicios del siglo XX, cuando no había caminos, infraestructura social, económica y de salud; cuando carecíamos de vacunas y medicina preventiva; y cuando carecíamos de sistemas de información, entre otras cosas. Sin embargo, pensar en un México en lo tiempos del dengue, nos obliga reconocer que hemos abandonado la noción del desarrollo regional; y que hemos privilegiado políticas de inversión en obra pública, y no políticas diseñadas para la equidad, la inclusión social y la garantía de los derechos de las personas. El México en los tiempos del dengue es nuestro México en el siglo XXI, lleno de capacidades y oportunidades que, lamentablemente, se nos van día con día de entre las manos, en la mayoría de las ocasiones, por las erróneas decisiones públicas y por la incompetencia y la indiferencia de numerosos funcionarios que carecen de todo sentido de la responsabilidad pública.Como siempre, tanto en León como en Salamanca han sido los más pobres los mayormente afectados; como siempre, en su mayoría, las víctimas han sido las niñas, los niños y las mujeres. Es un crimen que en México persistan las enfermedades asociadas a la pobreza y es tiempo que comencemos a exigir que se finquen responsabilidades a quienes por incompetencia u omisión, han sido incapaces de prevenir y de erradicar lo que es perfectamente prevenible y erradicable.

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