30/10/07

Racismo y migración

30/10/2007
Opinión
Brotes de exclusión racial han estado latentes con esporádica presencia en la historia hispánica desde el siglo XV.
Por Jaime Bejarano
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La divulgación mundial de la infame agresión de palabra y obra de un ciudadano español a una adolescente guayaquileña, en un tren de Barcelona el pasado 7 de octubre, en que la golpeó inmisericordemente a puntapiés y puñetazos, mientras profería insultos xenófobos en contra de ella, conminándole a que se marche de España, es una muestra de la atosigante intimidación racista a la que están expuestos el millón y más de ecuatorianos que han emigrado y siguen emigrando a ese país europeo. Los brotes de exclusión racial han estado latentes con esporádica presencia en la historia hispana, desde fines del siglo XV durante el período de la Reconquista, en que una política de depuración étnica se desplegó en España con el destierro de más de 150 mil judíos, seguido luego por la expulsión de unos 200 mil musulmanes del sur español que huyeron hacia el norte de África, hasta 1609 en que cerca de 300 mil moriscos (acusados de ‘inconversos’) fueron definitivamente desalojados de las tierras ibéricas meridionales en una masiva expurgación religiosa, como secuela de la Inquisición implantada en toda la Península. La violencia racista contra los inmigrantes en Europa (sin excluir al país celtíbero) es más contemporánea todavía en las décadas del predominio de tendencias nacionalistas, falangistas, nazistas, fascistas y antisemitas en el Viejo Continente, que fueron en gran parte las chispas que inflamaron la primera y segunda conflagraciones mundiales, esta última precedida por la Guerra Civil entre ‘blancos y rojos’ (monárquicos y republicanos españoles) de inusitada crueldad y barbarie bélica. Más episodios de intolerancia etnográfica ocurrieron entre 1956 y 1991, período agitado por los ingresos legales y furtivos de oleadas de marroquíes y argelinos que irrumpían por las costas de Huelva, Cádiz, Barbate, Algeciras y Málaga, escapando de la hambruna en sus respectivos países y en búsqueda de trabajo y asilo de los que fueron privados por el fracaso del antiguo sistema económico llamado el ‘Makhzen’, una versión norafricana del cooperativismo religioso.La xenofobia y los reglamentos restrictivos del trabajo de los forasteros responden a la presión de ciertas capas de población receptoras del éxodo laboral, temerosas de que la apertura de sus fronteras a la mano de obra barata suponga una disminución de salarios, de prestaciones sociales, de favoritismos subsidiados por el Gobierno y de otros derechos a la privacidad de los habitantes, quienes defienden el monopolio de acceso a todas aquellas concesiones en virtud de su nacionalidad y ciudadanía. Pero los actos y dicterios del agresor catalán a la jovencita ecuatoriana develan connotaciones extensibles al conglomerado del que él es oriundo, como la actitud indolente y pro racista de los testigos del vejamen dentro del tren, el fallo de un juez liberando al atacante sorprendido in fraganti, así como el reconocimiento de ciertas organizaciones españolas de derechos humanos de que hay muchos casos de discrimen étnico contra los inmigrantes.
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