28/11/07

Abbas, Olmert y Bush, entre cuerdas después de Annapolis

Washington (PL) La conferencia de paz de Annapolis terminó hoy con el compromiso de israelíes y palestinos de relanzar las negociaciones del proceso de paz y el esperado protagonismo del presidente estadounidense, George W. Bush.
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Este encuentro, de sólo un día, fue otra carta que puso en juego el mandatario en un intento por modificar su deteriorada imagen de frustraciones y desastres políticos, cuando resta poco más de un año para terminar su doble mandato.
Convocar la reunión, fijar una ciudad norteamericana como sede e invitar a más de 40 países y organizaciones internacionales y regionales como la ONU y la Liga Árabe, es buen pretexto para demostrar a la comunidad internacional las intenciones de los anfitriones.
El escenario parecía ideal para resolver el conflicto israelí-palestino, y los problemas más acuciantes en el Oriente Medio, que pasa por la retirada de Iraq y Afganistán, respetar los derechos de Irán al uso pacífico de la energía nuclear y solucionar la crisis política en el Líbano.
Las solapadas intenciones son evidentes, los esfuerzos estadounidenses llegan en el peor momento en el orden interno y externo de la administración, tras siete años de aparentar mantenerse al margen de un asunto decisivo para la paz de la región.
Este encuentro no puede separarse ingenuamente de la estrategia concebida por Washington del Gran Medio Oriente, mucho menos de los fracasos norteamericanos en las guerras colonizadoras en la región, y las frustraciones domésticas en lo político, económico y social.
En una reciente encuesta, el 72 por ciento de los norteamericanos se mostró descontento por el curso de los acontecimientos en el país y el 66 está insatisfecho con la gestión del presidente.
Conseguir un éxito en la conferencia de Annapolis era dar un golpe de efecto que, aunque sea mediático, pretende restar fuerza a los descalabros intervencionistas en el país mesopotámico y el asiático, donde los soldados muertos suman más de cuatro mil 300.
El fiasco militar israelí en su última invasión al Líbano y restituir la deteriorada imagen política del primer ministro israelí, Ehud Olmert, acusado además por varios cargos de corrupción, son también razones que llevaron la cita.
No puede negarse tampoco, el espaldarazo político que tendría el jefe de gobierno de Israel ante las críticas de sus opositores, que presionan para una salida anticipada de su rival del cargo.
La defensa de principios de las autoridades iraníes sobre su programa nuclear con fines pacíficos constituye otro factor a tener en cuenta, sin menospreciar el interés manifiesto de la Casa Blanca de querer aislar a la nación persa en el contexto árabe.
Salir airoso en Annapolis figuraba para Bush restar prestigio político a las organizaciones que como Hizbalá, en el Líbano, y el Movimiento de la Resistencia islámica (Hamas), en la Franja de Gaza, ganaron con su lucha la simpatía de buena parte del mundo árabe.
El resultado de la conferencia abre interrogantes en espera de la adopción de decisiones de cómo implementar mecanismos que conduzcan a romper la madeja de entuertos que atenazan al pueblo palestino en los últimos 60 años y que Israel ha sido remiso a solucionar.
Resolver asuntos como la creación de un estado palestino independiente, el status de Jerusalén, el regreso de los refugiados, la definición de las fronteras, la disolución de los asentamientos, el agua, la seguridad y otros, son esenciales para avanzar.
Pero antes, Israel debe cesar la ocupación de los territorios, la construcción del muro segregacionista que se expande a lo largo de Cisjordania, terminar con el asedio económico a la Franja de Gaza y liberar la totalidad de los miles de prisioneros.
Ahora hace falta ver si tanto Olmert, Abbas y Bush pueden ejecutar sus aspiraciones, en medio de contradicciones internas difíciles de sortear.
El primero de ellos (Olmert) está con su imagen política deteriorada, presionado cada vez más por la derecha y sujeto a una operación prostática, que sin constituir una amenaza para su vida, según los médicos, lo pondrá fuera de circulación en los próximos meses.
Abbas, por su parte, tendrá que sortear las diferencias internas yconvencer a la Yihad Islámica, el Comité de Resistencia Popular, el comando general del Frente Popular para la Liberación de Palestina y a Hamas de que Annapolis valió la pena.
Habría que ver hasta que punto Bush, con sus múltiples enredos, presiones de la opinión pública nacional y un Congreso divido, continuará enarbolando las banderas de la paz en el Oriente Medio, a sólo 14 meses de marcharse.
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Prensa Latina - Cuba/28/11/2007

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