13/11/07

"Democracia", camuflaje de la camarilla del Dalai Lama

BEIJING, 13 nov (Xinhua) -- Con el fin de hacer lucir bueno al decimocuarto Dalai Lama, su camarilla más cercana lo exaltó a él, siendo el antiguo jefe representativo de la servidumbre feudalista bajo la estructura teocrática socio-política, como "el representante de la democracia", y clamó que "la democracia siempre ha sido el ideal del Dalai Lama", y que él "promueve la democracia entre los tibetanos en exilio".
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Todo el mundo sabe que la sociedad humana evoluciona a través de tres etapas, la teocracia, la monarquía, y la política de los derechos civiles. Es simplemente ridículo y extraño que el Dalai Lama, un símbolo teocrático, sea descrito como un "luchador de la democracia".
¿Qué fue lo que realmente pasó en el Tíbet antes de 1959 cuando era regido por el Dalai Lama que clamó que la democracia es su ideal? Antes de 1959, las tierras y la gente del Tíbet eran sirvos de instituciones de los gobiernos locales del Tíbet, los monasterios y los nobles, que sostenían la servidumbre feudal tibetana como los tres principales tenedores del estado. Con menos del 5 por ciento de la población total del Tíbet, los tres principales tenedores de bienes eran los propietarios de casi la totalidad de las tierras arables, las praderas, los bosques, las montañas, los ríos, y la mayoría del ganado. No sólo tenían el poder a explotar sangrientamente a sus siervos sino que también gozaban de un poder absoluto sobre ellos. Los siervos y los esclavos, que sumaban el 95 por ciento de la población total del Tíbet, no tenían derechos humanos básicos ni libertad. Desde su nacimiento, los siervos pertenecían al tenedor de bienes. Sus vidas, su matrimonio, y hasta su muerte estaban a disposición de sus propietarios. Tratados como ganado, los siervos podían ser vendidos, comprados, transferidos, ofrecidos como dote, entregados como objetos a otros líderes feudales, utilizados para pagar deudas, o intercambiados por otros siervos. Para proteger sus intereses, los propietarios feudales mantenían un estricto sistema social jerárquico y un dominio cruel. El Código Número 13, y el Número 16, los cuales fueron usados hasta finales de los años 50 del siglo pasado, estipulaban claramente el precio de la vida de los integrantes de los diferentes rangos sociales, desde quienes valían lo mismo que una cuerda hasta los que eran más valiosos que el oro. Los gobiernos locales del Tíbet tenían cortes y prisiones, y los grandes monasterios y los nobles también tenían sus propias prisiones. Los siervos que osaran desobedecer eran juzgados a gusto de los señores bajo esa cruel dictadura. Con frecuencia eran insultados y golpeados, o sometidos a castigos brutales, como la extracción de sus ojos, el corte de sus orejas y lenguas, la amputación de sus pies o manos, o la extracción de sus tendones. Algunos incluso eran arrojados desde lo alto de los acantilados, o ahogados.
Los tres principales tenedores de bienes forzaban a los siervos a realizar trabajos sin pago, a pagar una renta natural o una renta en dinero, y los explotaban con usura. Los siervos debían realizar estos trabajos sin pago no sólo para varias instituciones de los gobiernos locales, los funcionarios, y las fuerzas armadas, sino también para los señores, a quienes debían mantener sus cultivos y su ganado. Adicionalmente, debían pagar gran cantidad de impuestos, algunos de ellos en especie. Algunos de los siervos debían pagar impuestos a los monasterios y trabajar gratis para ellos, sufriendo de explotación por todas partes.
Estadísticas muestran que los impuestos recolectados por los gobiernos locales del Tíbet excedían las 200 categorías, y que los trabajos no retribuidos realizados por los siervos para los tres principales tenedores de bienes sumaban más del 50 por ciento del total de su trabajo, y en algunas zonas esa cifra llegaba incluso al 70 y 80 por ciento. Antes de la reforma democrática, el monto total de la usura en el Tíbet era el doble del monto total de la producción de los siervos.
Los tres principales tenedores de bienes, como gobernantes del viejo Tíbet, vivían principalmente en poblados y ciudades como Lhasa. Estaban unidos por intereses comunes. Sus miembros ( funcionarios, nobles, y monjes de alto nivel en los monasterios) algunas veces intercambiaban roles para formar poderosas camarillas gobernantes, o arreglaban matrimonios entre clanes del mismo nivel social para consolidar sus alianzas. Asimismo, seguían estrictamente la regla de que las gentes de los estratos altos y bajos de la sociedad debían ser tratados de forma diferente, lo que éticamente y en realidad reforzaba los privilegios e intereses de los propietarios de los siervos. Los descendientes de los nobles eran nobles de por vida, pero los siervos, que constituían la mayoría de la población tibetana, nunca tenían la opción de escapar de sus miserables circunstancias políticas, económicas y sociales. El alto grado de concentración del poder y la congelación de los cambios de una clase social a otra originaron corrupción y degeneración de la clase gobernante, así como el estancamiento y la decadencia de todo el sistema social.
"La integración de la política y la religión" fue el núcleo del servidumbre feudal en el Tíbet. Bajo este sistema, la religión no era sólo una creencia espiritual, sino también una entidad política y económica. La opresión y la explotación eran comunes en los monasterios, los cuales disfrutaban de privilegios feudales. El despotismo cultural en la estructura teocrática socio-política no proporcionaba a la población oportunidades para elegir sus propias creencias religiosas. Los siervos no tenían derechos humanos y vivían en la indigencia. Una décima parte de los jóvenes tibetanos se convertían en monjes. No estaban dedicados a la producción material ni la reproducción humana, lo que condujo a una depresión económica y la disminución de la población en el Tíbet. Con la exclavitud espiritual y la promesa de felicidad en la próxima vida, el grupo privilegiado de monjes y nobles privaba a los siervos no sólo de la posesión de pertenencias y libertad personal, sino también de la libertad espiritual.
El Dalai Lama, entonces líder del gobierno local del Tíbet, nunca se preocupó por la democracia o los derechos humanos. De hecho, el decimocuarto Dalai Lama y su camarilla gobernante, debido al temor a las reformas democráticas, lanzaron una rebelión armada en 1959 y se exiliaron posteriormente tras su fracaso.
El Dalai Lama todavía mantiene la estructura política de integración de la política y la religión en el extranjero. De acuerdo con lo que llaman "constitución", el Dalai Lama, como figura religiosa, no sólo es el "jefe del Estado", sino que también tiene la última palabra en "el gobierno en exilio". Un fenómeno sin precedentes es que los hermanos del Dalai Lama han ocupado puestos importantes en el "gobierno en exilio". Cinco miembros de la familia del líder religioso han ocupado el cargo de "bkha' blon" (alto cargo del gobierno tibetano en el pasado). La familia del Dalai Lama y otras familias controlan la política, la economía, la educación y el poder militar del "gobierno en exilio" y las finanzas. Parece que han comenzado a seguir el ejemplo de Occidente y celebrado "elecciones democráticas" y adoptado la " separación los poderes" en los últimos años, pero el Dalai Lama es todavía quien tiene la última palabra, el "gobierno en exilio" continúa muy relacionado con la religión y sus jefes bkha' blon sólo pueden ser atendidos por momjes. No importa cómo el Dalai Lama y su camarilla se vistan con atuendos democráticos, ya que es todavía una estructura teocrática y una coalición de monjes y nobles. ¿Existe la democracia bajo el mandato de la estructura teocrática política y la alianza de nobles y monjes? El Tíbet y otras zonas de las comunidades tibetanas en China llevaron a cabo hace ya mucho tiempo la separación de la política y la religión, completaron las reformas democráticas y establecieron gobiernos autónomos regionales, que se dedican a la construcción política democrático socialista. En contraste con esta realidad, las vacías palabras de democracia del Dalai Lama y sus partidarios internacionales son un adorno barato, que usan para engañar a la opinión pública.
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Xinhua - China/13/11/2007

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