10/11/07

En la nueva Rusia, una vida mejor

POR GREGORY L. WHITES
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REUTOV, Rusia -Con menos pobreza en su país, el presidente Vladimir Putin es un héroe para muchos.
Svetlana Starodubova muestra un trozo de salami en oferta en el supermercado mientras su hija Irina, de 16 años, pone en el carrito de compras un paquete de mejillones y uno de papas fritas Lay’s.
Luego de una corta espera en la caja registradora, la familia se dirige a su apartamento en un barrio en la zona metropolitana de Moscú. Camino a casa, pasan por el nuevo café Kofe Khaus y un concesionario de autos Chevy.
Cuando THE WALL STREET JOURNAL visitó por primera vez a los Starodubov durante el colapso de la Unión Soviética en 1991, el salami también era un tema importante.
Para conseguirlo, Svetlana y su esposo, Vitaly, tenían que hacer fila durante tres horas y media en medio de un frío intenso mientras cargaban a Irina, que entonces era apenas un bebé.
El periódico regresó en 1998, después de la crisis financiera de Rusia, y encontró a Svetlana parada durante horas en un mercado al aire libre vendiendo tortas de carne como una forma de ganar dinero para la familia. Entre tanto, su esposo estaba desempleado y se ocupaba de preparar a Irina para el primer año de escuela. El matrimonio estuvo a punto de colapsar.
Al igual que millones de rusos que han salido de la pobreza gracias al auge de la economía en los últimos siete años, la vida de los Starodubov se ha transformado.
Los dos tienen actualmente empleos estables y dicen que han arreglado los problemas de su relación matrimonial. Desde su estrecha, pero bien iluminada cocina, muestran la nueva estufa hecha en Polonia que compraron a crédito hace unos meses.
Svetlana abre el refrigerador para mostrar que está bien abastecido.
“Hubo un tiempo en el que, si usted abría la nevera, no había nada”, dice, al recordar los días difíciles de 1991.
“Vivimos modestamente, como toda la gente trabajadora”, afirma Svetlana, una mujer corpulenta de 52 años. “Modestamente, pero tenemos suficiente”, agrega Vitaly, de 49 años.
El mejoramiento de la calidad de vida de los Starodubov ayuda a explicar por qué el presidente Vladimir Putin es percibido al interior de Rusia de forma tan diferente a la que lo ven desde Occidente.
Para muchos aquí, el mandatario es un héroe. Después de casi dos décadas de desesperación y de vivir al día, la calma relativa de la era Putin se siente como un tremendo logro para una gran parte de la población en Rusia. Y esto es más que suficiente para ganarse su lealtad.
“Para serle honesto, no conozco a nadie que se quede sin dinero en estos tiempos”, dice Vitaly. “No creo que alguien esté tan mal”.
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Un impulso del petróleo
Desde que Putin asumió la presidencia en 2000, cerca de 20 millones de rusos han superado la línea oficial de la pobreza (otros 20 millones siguen en la pobreza, de acuerdo con cifras del gobierno).
Un auge económico estimulado por el alza del petróleo ha traído una esperada estabilidad después de una serie de crisis en los años 90 y ha hecho que el ingreso promedio, ajustado por inflación, se más que duplicara desde 2000.
La clase media está creciendo, pero también la brecha entre ricos y pobres.
Aún así, el gobierno tiene dificultades para destinar miles de millones de dólares para reconstruir carreteras, redes eléctricas, hospitales, escuelas y toda la infraestructura que ha recibido muy poca inversión desde la caída de la Unión Soviética en 1991.
Los ingresos crecientes son una razón importante por la que casi la mitad de los rusos quiere que Putin permanezca cuando su mandato termine en el segundo trimestre de 2008, aunque eso requeriría cambiar la Constitución. Putin dice que no lo hará, pero recientemente sugirió que tal vez se convertiría en primer ministro después de las elecciones de marzo.
Aunque los Starodubov están mucho mejor ahora que en los años 90, las dificultades no les son ajenas. A mediados del año, Vitaly fue asaltado y no pudo trabajar por más de un mes, obligando a la familia a recurrir a sus ahorros, ya que su empleador no ofrece licencia médica.
Y Vitaly dice que casi no reconoció su pueblo natal en el centro de Rusia cuando fue a visitar a su madre de 83 años. “Todo está colapsando, sólo quedan mujeres ancianas”, dice. “Las personas sobreviven de lo que pueden cultivar ellas mismas”.
Según los estándares de Moscú, los Starodubov pertenecen a la clase media baja. Vitaly normalmente gana 20.000 rublos (US$800) al mes, el doble de lo que gana Svetlana. La familia gasta cerca de 15.000 rublos al mes en alimentos y servicios públicos. El Estado les dio el apartamento de dos habitaciones gratis, así que no pagan ni renta, ni hipoteca.
Desde hace algunos años, el ingreso estable le permitió a la familia empezar a ahorrar dinero en el banco cada mes, creando un fondo de emergencia que cubriría los gastos de varios meses. Svetlana dice que sueña con comprar un carro, que nuevo podría costar US$10.000, pero no han ahorrado suficiente.Vitaly responde que realmente no necesitan un vehículo.
Cuando se les pregunta sobre política, Svetlana y Vitaly dicen que les gusta la mano dura de Putin y aseguran que votarían por él si pudieran.
La represión a instituciones democráticas como elecciones y libertad de prensa no es algo que les preocupe a los Starodubov.Los manifestantes de la oposición golpeados por la policía a principio de este año posiblemente eran bufones pagados, dice Vitaly, citando informes de la televisión estatal.
En cualquier caso, la política pasa a segundo plano frente a las preocupaciones diarias. Sentada en la mesa de la cocina, Svetlana repite de memoria los precios de las frutas y dónde están las mejores ofertas. El elegante centro comercial frente a su edificio es para “gente rica, los que tienen dos o tres carros”, dice. Su familia va a la tienda más barata, a la vuelta de la esquina, donde abundan las frutas.
“Antes era horrible”, dice Vitaly, recordando las privaciones de los años 90 y antes del período soviético.
Las filas para conseguir salami eran tan largas que los compradores marcaban sus lugares con números escritos en sus manos. Ahora, dice , “ya no tenemos que esperar en filas”.
THE WALL STREET JOURNAL
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Portafolio - Colombia/10/11/2007

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