23/11/07

Juego limpio

Fernando Balseca
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Ya portan los asambleístas sus credenciales y las exhiben con orgullo. Entre ellos y ellas se vivan y loan. Probablemente han soñado con que la historia les da una palmadita de confianza. No creen en nadie, no caben en ellos, practican su mejor perfil. Están eligiendo el ropero para lucir regios en la ceremonia de instalación; algunos han ido a clases de protocolo y otros a cursillos para aprender a redactar leyes. Unos aparecen tranquilos, otros no aparecen; unos hablan bien, otros son hablados. Unos nos sacan lágrimas cuando dicen que, al irse por seis meses a Montecristi, abandonarán la calidez del hogar y eso les estruja el corazón, pero también sopesan este “sacrificio” con la bola que recibirán de sueldo, tal vez equivalente al de un ministro. ¿Son los asambleístas representantes de lo nuevo o son del mismo viejo cuño que ha desprestigiado el accionar político en Ecuador?¿Qué puede hacerlos innovadores? Únicamente un modo diferente de entender y practicar la política, pues estar con el partido de gobierno no es garantía para acreditarse la representación de lo nuevo. ¿Cuán informados están los asambleístas, qué leen, quiénes los asesoran, qué intereses los presionan, en qué principios sostienen su visión del mundo, cuál es la formación cultural que tienen? ¿Qué pensarán de la ética, qué entenderán por ética? Estas interrogantes que formulo surgen del libro Manual del ‘fair play’: guía ética para la política de Emilio Zebadúa, un académico que ha sido diputado federal en México, cuya tesis principal es que no todo vale en política, puesto que las decisiones se toman según los valores sobre lo que está bien y lo que está mal, y considerando frontalmente que las acciones y resoluciones que asumimos traen consecuencias concretas para las mayorías.Zebadúa nos hace notar que en el fútbol existen reglas que son conocidas por los jugadores, los dirigentes y los aficionados, y, además, que se requiere de un árbitro que las aplique con estrictez. Pero esto no basta para asegurar el espectáculo; por eso ha sido imperioso que la FIFA dé con la idea del “juego limpio”, que se anuncia con una bandera mundial cada vez que empieza un cotejo. Además de reglas claras, custodiadas por todos, ¿por qué se necesita apelar al juego limpio? Porque es necesario que las leyes se apliquen en el espíritu del juego para beneficio del propio juego. Esto es, el juego limpio permite que se practique la democracia respetando las reglas, sin que estas afecten el desempeño del juego sino, más bien, que lo garanticen, le den potencia, lo embellezcan. Por eso es fundamental que la misma Asamblea funcione como el mejor modelo posible de juego democrático a fin de que sus resultados tengan la mayor legitimidad. Los asambleístas, sin excepción, deben jugar limpio.La política, según el mexicano, es “el movimiento dirigido de la energía social hacia prioridades que establezca la propia comunidad, y no regida por intereses económicos y empresariales particulares determinados por la rentabilidad inmediata o de corto plazo. Solo a través de la política se puede incidir en el Estado para definir o redefinir el objetivo de los programas públicos, pero ella debe estar sustentada en principios y referentes éticos que busquen aminorar e incluso eliminar las desigualdades e injusticias ocasionadas por el propio modelo económico”. La ley y el derecho, entonces, deben servir para modificar la política y propiciar una distribución más equitativa de la riqueza y los recursos. Se juega limpio en el acontecer político cotidiano si se edifica, antes que nada, una cultura de la legalidad que ponga a la ley –y solo a la ley– como el árbitro que dirima cualquier controversia.
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El Universo - Ecuador/23/11/2007

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