4/11/07

Opinión / GPS INTERNACIONAL / Poder de imitación

El presidente Sarkozy ha roto el molde en muchos campos, pero goza de una popularidad difícil de desafiar. Varias de sus acciones parecen tener similitudes con las de líderes como Menem y Toledo.
Foto: AP
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JOSÉ VALES
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El presidente galo Nicolas Sarkozy no deja de sorprender a franceses y extraños con sus declaraciones, con su impensando acercamiento a Washington y con la virtual "latinoamericanización" del Eliseo.
"Sarko", como lo conocen, ya dio muestras de estar decidido a dar vuelta como una media la tradición no escrita del Palacio, con un fin: ser el presidente más popular de V República y escudarse en esa condición para llevar adelante su duro plan de gobierno.
No sólo rompió con la máxima de todo presidente francés desde Charles De Gaulle a la fecha, acercándose a Washington -como si fuese necesario que en Europa alguien tenga que cubrir la plaza dejada vacante hace casi cuatro años por José María Aznar-, sino que modificó la posición francesa ante Irán, al calificarlo como un peligro para el Mundo. Eso mientras sondea la posibilidad de regresar a la estructura militar de la OTAN, lo que potencia aún más el apodo que supo ganarse ya cuando ocupaba el ministerio del Interior: "Sarkozy, el americano".
Pero hay otros gestos, otros hechos, en estos primeros meses de gestión del jefe de Estado francés, que deberían llenar de orgullo a la siempre atenta (a todo lo que venga de Europa), clase política de este extremo sudoeste del planisferio. Algo que ni Francois Mitterrand -quien ocultó su doble vida sentimental hasta sus exequias- se dio el lujo.
Romper la regla no escrita y ventilar a la opinión pública su divorcio con Cecília, al mejor estilo de Carlos Menem o Alberto Fujimori, en su momento. Aunque sin las escandalosas derivaciones experimentadas en Argentina y Perú. Pero no sólo se latinoamericanizaron las cuestiones de alcoba en Francia.

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El sueldo también cuenta

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El Presidente decidió equiparar su salario con el del resto de sus colegas europeos, hasta aumentarlo un 140 por ciento. El ex presidente peruano, Alejandro Toledo, se inquieta en estos días por saber cómo fue que hizo Sarko para amortiguar las críticas y que esa mejora salarial no se le haya transformado aún en su primera crisis de gobierno como ocurrió en su caso, durante los primeros días de su gestión en el 2001.
Pero no es Sarkozy el único presidente europeo que abreva en ejemplos surgidos de gobiernos sudamericanos. Vladimir Putin, no tiene una esposa senadora, pero ya le habría encontrado la vuelta a la Constitución para perpetuarse en el Poder. Será candidato a diputado por su partido, Rusia Blanca, con el fin de convertirse en el Primer Ministro, siempre y cuando "encuentre una persona decente y preparada" que le cuide su despacho en el Kremlin hasta el 2012. Fecha en que podrá volver a postularse a la primera magistratura.
Conductas imitativas que podrían llevar a pensar que en cuestiones de sentimientos y de política "es igual en todos lados". Pero no. Más allá de que Putin explore los vericuetos democráticos, en Europa a la democracia aún no se la suele bastardear de la manera en que se lo hace en varios países sudamericanos, mediante la compra de votos, la falta de independencia de las instituciones, el nepotismo o el clientelismo como herramienta política.
No son pocos los gobiernos de América del Sur que declaman situar sus modelos a seguir, en Europa. De hecho la flamante estrella presidencial argentina, Cristina Kirchner habló maravillas tanto de Alemania como de Estados Unidos para no explicar qué va hacer en su gobierno con la inflación y el ajuste económico que se avecina. Pero los ejemplos en materia institucional que llegan del viejo mundo se los aplica poco y nada por aquí.
De hecho la alternancia en el poder, esa condición sine qua non de la Democracia, no figura en los libros de los Kirchner -cuyo proyecto contempla hasta 16 años de gobierno- y mucho menos en los de Hugo Chávez, entre otros.
En plena fase de estudio para saber cuál de todos los modelos de perpetuación que andan rondando por aquí -fruto de la encomiable diversidad latinoamericana- elegirán, parecen encontrarse Álvaro Uribe en Colombia, en caso de "hecatombe", y el brasileño Luiz Inácio Lula Da Silva.
El mensaje subliminal, entonces, sería: ¿Para qué perder el tiempo en abandonar el Poder e iniciar transiciones, en países donde las políticas de Estado brillan por su ausencia y las sociedades, según los estudios más serios, descreen cada vez más de este sistema político? Con una cantidad de problemas estructurales por resolver en aumento, la única marca identificatoria de las vapuleadas democracias sudamericanas parece ser la perpetuación.
Como si sus respectivas sociedades no hubiesen aprendido ya la lección de un siglo XX cargado de dictaduras, pseudodemocracias y otros engendros políticos que ayudaron a dibujar la dura realidad en la que deben desarrollarse.
Una región donde la inseguridad y el narcotráfico lo va filtrando casi todo, donde el 35 de cada 100 habitantes viven en la pobreza y en la cual el 10 por ciento más rico de la población Latinoamérica ostenta entre un 40 y un 47 por ciento del ingreso total y el 20 por ciento más pobre sobrevive con un margen que va del 2 al 4 por ciento.
Por eso sería saludable que Sarkozy y Putin eviten caer en la tentación. Pero si de algo pueden estar tranquilos los franceses es que su presidente no deberá intentar rehacer su vida sentimental con una senadora o dirigente política para tratar de perpetuarse en la primera magistratura . La Constitución de la V República francesa permite la reelección sin límites. La V República venezolana lo habilitará en breve.

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El Tiempo - Colombia/04/11/2007

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