25/11/07

Solución de Irán pasa entre Obama y Cheney

THOMAS L. FRIEDMAN
The New York Times
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No tengo idea de quién va a ganar la nominación demócrata para la candidatura a la presidencia, pero en los últimos días me he estado preguntando si, de ser Barack Obama, podría querer conservar a Dick Cheney como vicepresidente.
No, en lo personal no soy ningún admirador de Cheney, y sé que es absurdo siquiera sugerirlo, pero ahora que ya tengo su atención, aquí va lo que tengo en mente: después de Irak y Pakistán, el tema de política exterior más irritante que enfrentará el próximo Presidente será cómo lidiar con Irán. Hoy en día, existe una guerra fría en el Medio Oriente entre Estados Unidos e Irán, y mientras no se resuelva y, a menos que se solucione, veo a este último utilizando a sus representantes, sus piezas de ajedrez -- Hamas, Hezbolá, Siria y las milicias chiitas en Irak -- para obstaculizar a Estados Unidos y sus aliados en toda la región.
Y eso me trae de vuelta a la fórmula Obama-Cheney: cuando se trata de cómo lidiar mejor con Irán, cada uno tiene la mitad de una política. Pero si en realidad se juntan, dan como resultado una estrategia estadounidense ideal para Irán. Me atrevo a decir que se complementan entre sí.
Cheney es el halcón comedor de halcones, que por lo general desciende en picada y declara que Estados Unidos no permitirá que Irán desarrolle un arma nuclear. Confíen en mí, los iraníes toman seriamente sus amenazas. Sin embargo, la imitación del Dr. Strangelove de Cheney se desperdicia por completo con el presidente George W. Bush y la secretaria de Estado Condi Rice. Debido a que el Presidente y la secretaria de Estado nunca han podido decidirse en cuanto a cuál debería ser la política estadounidense hacia Irán -- provocar un cambio de régimen o un cambio de actitud -- es imposible que haya ninguna diplomacia efectiva.
Si ella se aprovechara de la locura de Cheney, Rice iría a Teherán y diría a los iraníes: ``Miren, estoy lista para hacer un trato con ustedes, pero les tengo que decir que, en mi país, tengo a Cheney detrás mío y él está realmente loooocccoooo. Ustedes no saben ni la mitad. El cree que la tortura de meter la cabeza de alguien en el agua es lo que ustedes hacen con sus nietos los domingos en la alberca. No estoy segura cuántopueda controlarlo. Así es que quizá deberíamos tener una conversación seria sobre asuntos nucleares y, si todo sale bien, retiraremos lo del cambio de régimen''.
En cambio, sólo tenemos a Cheney siendo Cheney, pero el grupo de Bush ni cumple sus amenazas ni las refuerza para conducir una diplomacia significativa con Teherán. No hay poli bueno, sólo se trata de una rutina poli rudo y poli rudo: una gran razón por la cual nuestra política hacia Irán ha sido un fracaso. No ha detenido el programa nuclear iraní ni cambiado el régimen.
''Para que una diplomacia coercitiva funcione, se necesita poder amenazar lo que el régimen valora más: su propia sobrevivencia'', enfatizó Robert Litwak, perteneciente al Centro Woodrow Wilson y autor del libro Regime Change. ``Pero para que funcione la diplomacia coercitiva, también se necesita estar listos para aceptar un sí como respuesta''.
Obama, en contraste, ha entendido perfectamente el ''sí''. Como dijo en Meet the Press la semana pasada: ``Me reuniría directamente con la dirigencia en Irán. Creo que no hemos agotado los esfuerzos diplomáticos que podrían requerirse para resolver algunos de estos problemas: que ellos desarrollen armas nucleares, que ellos apoyen organizaciones terroristas como Hezbolá y Hamas''.
Creo que un presidente Obama que ofrece ir a Teherán tendría un impacto enorme en el país y generaría un montón de debate interno, en especial si dejamos en claro que Estados Unidos estaría satisfecho con un cambio verificable en el comportamiento iraní.
Sin embargo, el énfasis de Obama en comprometer a Irán, aun cuando es un antídoto útil a la política del boicot de Bush, no es suficiente. Obama manifiesta poco sentido para generar el refuerzo necesario a fin de hacer que funcione ese tipo de diplomacia. Cuando se negocia con regímenes asesinos como los de Irán o Siria, se debería querer tener al lado de uno a Tony Soprano y no a Big Bird. El don de Obama para comunicarse podría ser muchísimo más efectivo con un Cheney parado junto a su hombro derecho, tranquilamente golpeando un bate de béisbol en la palma de la mano.
Obama también sería mucho más efectivo si no sólo enfatizara cuánto más lejos está dispuesto a llegar que el grupo de Bush para comprometer a Irán, sino también cuánto más lejos estaría preparado para ir en cuanto a inducir un apalancamiento significativo en Irán, como, por ejemplo, optar por un impuesto a la gasolina que ayudara a reducir el precio del petróleo o por abandonar las políticas antirrusas del grupo de Bush y tratar de enlistar a Vladimir Putin o a China e India a nuestro lado para ejercer una presión real contra Teherán.
En suma, el instinto de Obama es correcto, pero necesita sacar menos su Jimmy Carter cuando se trata de hablar con Irán y sacar más a su Cheney. Si los demócratas quieren ganar estas elecciones deben equilibrar tales factores. Tienen que aprender cómo criticar los antecedentes de Bush desde la derecha y la izquierda, y demostrar que pueden ser mejores en establecer compromisos y en la coerción. Una diplomacia exitosa requiere de las dos cosas. Los estadounidenses querrán saber si los demócratas pueden hacer ambas. Mi presunción es que muchos aún no están seguros.
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El Nuevo Herald - USA/25/11/2007

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