18/1/08

"Liberar más rehenes es una carrera contra el reloj, contra la muerte"

LA FELICIDAD. CONSUELO FUE ABUELA CUANDO ERA CAUTIVA DE LAS FARC. EN SU DEPARTAMENTO DE LA CIUDAD DE BOGOTA, POSA JUNTO A SU NIETA, JULIANA.
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LA EX LEGISLADORA LIBERADA EL JUEVES PASADO
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Consuelo González, la ex congresista que estuvo cautiva de las FARC, dijo a Clarín que planteó a
Uribe la dramática situación de los que quedaron. Contó su secuestro, cómo vivía en la selva y el embarazo de Clara.
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Por: Hinde Pomeraniec
Fuente: BOGOTA ENVIADA ESPECIAL
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El árbol de Navidad y sus frutos siguen ahí. "No tuvimos tiempo de abrir los regalos", dice Gustavo, el yerno de la mujer que se está terminando de maquillar para las fotos mientras su nietita mira dibujitos por TV en una casa abigarrada de ramos de flores y tarjetas con muestras de amor inigualables. "Bienvenida a la libertad", dice una sobre la mesita ratona de este departamento del noroeste de Bogotá. Hasta el jueves 10 de enero, Consuelo González (57) y María Juliana (2) no se conocían. Hoy les cuesta despegarse, como si ese pegoteo fuera la cima de la felicidad para esta ex legisladora de hablar pausado y voz de locutora, que no transmite ansiedad ni angustia, y para quien el único motivo para seguir con vida durante los 6 y años y 4 meses que pasó cautiva de las FARC eran sus hijas Patricia y María Fernanda y su nieta, a quien soñaba bonita, "pero nunca tanto".

-Consuelo ¿qué sintió cuando la secuestraron?

-Sorpresa. Yo iba llorando, muy nerviosa. El rato que mi chofer estuvo conmigo me tomaba las manos y me decía: "No llore, ellos no se ven tan malos." Los guerrilleros me decían que no me iba a pasar nada. Pero yo no les creía, el Mono Jojoy (un jefe de la guerrilla) había advertido que iban a secuestrar dirigentes políticos.

-¿Y cuándo se reúne con los otros cautivos?

-A los 4 días me llevan al campamento donde están 29 militares y policías que eran sujetos de intercambio humanitario. Con Ingrid Betancourt estuvimos juntas cerca de un año, cuando nos separaron de los militares y policías. Ahí estaban también los tres norteamericanos y Clara Rojas.
-¿Estaban juntas cuando nació Emmanuel?

-Sí, ahí estábamos Clara, Ingrid, Gloria Polanco y yo. Eso fue entre 2003 y 2004. Pero no puedo dar detalles del nacimiento porque a Clara la sacaron por seguridad dos meses antes, y la devolvieron unos 25 días tras el parto.

-¿Cómo se veía a Ingrid?

-Fortalecida, con muchísimo entusiasmo por resistir, hacía su yoga, su gimnasia, estudiaba y conversábamos durante el día. Ya estaba delgada. Después nos movilizan durante tres meses y el día que empieza una marcha terrible Ingrid amanece muy mal, se comentaba que era hepatitis.

-¿Cómo ve el pedido del presidente Uribe de que las FARC dejen entrar una misión sanitaria?

-No sé si es posible, pero mientras se produce la liberación, ésa sería una salida magistral para tratar de controlar las aflicciones de los aún cautivos.

-¿Usted estuvo mal?

-Tuve paludismo tres veces; uno muy severo. Y también tuve leishmaniasis dos veces. Pero la parte anímica fue peor.

-¿Lloraba mucho?

-Mucho.

-¿Y antes?

-No. Pero acudí al llanto como un medio de descanso, no sé por qué lloraba tanto. Me daba mucha tristeza, me dolía mucho por mis hijas, por mi mamá. Me sentía abandonada. Me dolía la indiferencia de mucha gente.

-Se ha dicho que cuando alguno de los rehenes está mal lo cargan en hamacas. ¿Cómo es eso?

-Cuando se llega a una situación que dificulta la movilidad como el coronel Luis Mendieta o Ingrid, ellos eran transportados en hamaca por dos guerrileros, pero es demasiado doloroso porque los guerrilleros caminan a paso acelerado, los sacuden muchísimo, se golpean con los árboles, los colocan en el suelo muy duro.

-¿Lo retó un poquito al presidente Uribe cuando se vieron?

-Le dije que yo sabía que en el interior de su corazón él tenía facetas humanas y que eso era lo que nos permitiría avanzar con el intercambio. Le dije que la situación era crítica, que era una carrera contra el reloj, contra la muerte, que si no hacíamos algo por sacarlos lo antes posible yo estaba segura de que los compañeros no podrían sobrevivir.

-¿Siente culpa por estar libre?

- No. Fue una decisión tomada por la cúpula de las FARC. Yo fui la primera sorprendida de que me hubieran elegido a mí.

-¿Cómo se enteraron?

-Lo escucharon en la radio mis compañeros y me avisaron. Nos fuimos con lo puesto, y llevábamos un equipo que se acomoda en la espalda con la ropa, elementos de aseo que nos daban las FARC cada 6, 8 meses.

-¿Y la cartera que llevaba el día del secuestro?

-Mi cartera se quedó con las FARC. Billetera, fotos, el celular, llaves de la casa, documentos.

-Usted habló de ataques durante la salida de la selva...

-Sí, una tarde sentimos el paso de los aviones y helicópteros y enseguida sentimos tres bombas y ráfagas desde los helicópteros

-¿Qué cosas la impresionaron a su regreso de la selva?

- Al principio me impresionaban un poco los aviones, porque para nosotros el ruido de los aviones se asocia con bombardeos. Oigo un helicóptero y pienso: "¿Será que hay desembarco?"

-¿Qué otras cosas la impactaron a su regreso?

-El manejo de teléfonos celulares: estoy completamente salvaje. No tengo ni idea de dónde se apaga, ni dónde se prende.

-Hay compatriotas suyos a quienes no gustó mucho su agradecimiento a Chávez...

-Mi gratitud frente al presidente Chávez nunca se va a ver afectada. Encuentro en él a un dirigente político que quiere defender su tarea y proyectarla ante el mundo. El presidente Uribe yo sé que ha hecho muchas gestiones para lograr la liberación, está fortalecido en su política de "seguridad democrática". El piensa que con el intercambio esa política se puede ver afectada y yo le digo que de ninguna manera.

-¿Qué piensa del pedido de Chávez de sacar a las FARC de la lista de grupos terroristas?

-Si las FARC siguen con gestos humanitarios y liberando a compañeros, podrían también ir avanzando en ganarse ese hecho de ser sacados de las listas.

-¿Lo apoyaría como política?

-Si se produjera la liberación de mis compañeros, sí. Haría lo que sea, siempre y cuando no vaya en contra de las instituciones. Soy de las que cree que los colombianos no podemos más seguir enfrentando día a día la pérdida de vidas humanas, pagando con sangre los intereses de unas personas en conflicto que no son la mayoría. Debemos instaurar el culto a la vida humana: aquí perdimos esa preocupación.

-¿Ve más lejos o más cerca el intercambio?

-Soy optimista, lo veo menos lejos ahora, porque acudo a la faceta humana del presidente Uribe que sé que no la ha perdido, acudo a la solidaridad de países amigos. Yo creo que las FARC han entendido que no pueden seguir teniendo a esta gente en estas condiciones, porque el costo político es inmenso.

-¿Nunca la encadenaron?

-A mí nunca particularmente.

-¿Intentó escapar alguna vez?

-No. Pero no quiere decir que no pensara en eso.

-¿Cómo la acompañaron sus compañeros el día que se enteró de la muerte de su esposo?

-Fueron muy solidarios, estuvieron pendientes de animarme.

-Fue sorpresivo ver el modo casi cálido de la despedida con los guerrilleros...

-Bueno, es que con ellos ya no existía la distancia de la malla y el alambre, sino que eran seis personas con la tarea de responder por la entrega nuestra, por eso era más fácil compartir, sin que eso permita hacer amistades... Siento tristeza por ellos, porque pienso que están equivocados.
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Sin fecha para visitar Argentina
Recién liberadas Consuelo González y Clara Rojas, se informó que viajarían por la región. Y hasta se barajaron fechas, pero aún no hay nada concreto. "Todavía no hemos coordinado con ninguna organización -aclara González-. Hablé con el canciller argentino desde Caracas y quedamos en comunicarnos. Me invitaron a Madrid, pero dije que todavía no. Tengo que ver a mi madre y a mis hermanos todavía. Por eso aún no tenemos fecha."
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Cambio de hábitos
"En alguna oportunidad nos quitaron la radio por ocho meses. La soledad era terrible, el abandono total en la selva, sin nadie, sin dolientes, no podíamos oír los mensajes de la familia. Fueron ocho meses de un dolor inmenso. Una tragedia colectiva", dice Consuelo, pantalón oscuro, camisa de gasa natural, zapatos charolados y con hebilla. Lleva el pelo corto, se lo cortaba un jefe de policía una vez al mes. "Yo le daba indicaciones, claro", ríe y señala que tiene muchas más canas que cuando se fue."En ese campamento llevamos año y medio, y tuvimos tres o cuatro revistas y ni un libro", se lamenta. Cuenta que las hijas le compraron algo de ropa, no mucha, porque no sabían cómo estaba. Está más delgada. La agenda culinaria de la selva no era variada: arroz, arvejas, frijoles, algo de pasta, poca carne. Fruta sólo durante el acuerdo con Pastrana. Los rehenes jugaban a ver qué comerían. "Y usted, ¿Consuelito?", preguntaban. "Queso y frutas", decía ella, que empezó a fumar cautiva y libre no tocó ni un cigarrillo. "Se busca matar el tiempo, cambian los hábitos; lo que a uno le gusta no está. Allá tomaba café y no soy de tomar", dice ahora de nuevo dueña de su vida y sus gustos.
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Clarin.com - Argentina/18/01/2008

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