3/11/08

La crisis pone a prueba a Latinoamérica

La región tiene ahora un reto: demostrar si su modelo es viable en condiciones adversas
Cumbre Iberoamericana
AP
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ALICIA GONZÁLEZ
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Hace aproximadamente una semana, una queja casi unánime emergía en un encuentro informal de empresarios y responsables políticos en Guanajuato, al norte de la capital de México. "En contra de lo que dictaría la lógica económica, el país que ha provocado la crisis financiera internacional [Estados Unidos] es el que se ha convertido en el refugio de los inversores, y somos nosotros los que sufrimos el castigo y no el dólar. No tiene sentido". "Es más sencillo que todo eso", respondió uno de los invitados, "hay tanta gente demandando dólares que eso hace que el valor de la divisa se dispare. Así de simple. El tipo de cambio ahora no tiene nada que ver con los fundamentos económicos".
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El mercado ha empezado a diferenciar entre los países de la región

La evolución de la economía de China es clave para el futuro de la zona

El coste de los fletes se desploma ante la caída de la demanda de materias primas

El recurso a la política fiscal no es una opción para la mayoria de la región
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Esta explicación más o menos simplificada de lo que ha sucedido con el peso mexicano desde el verano puede extrapolarse al impacto de la crisis financiera en la región. Latinoamérica se ha visto arrastrada a una espiral de caída generalizada de sus divisas, huida de capitales y aumento de la prima de riesgo que poco o nada tiene que ver con el desempeño económico de la región en los últimos años.

Han sido seis ejercicios de crecimiento económico y corrección de los desequilibrios como pocas veces ha vivido la zona. "Desde 2003, el crecimiento económico se ha situado de media en el 5%, frente al 3,5% registrado entre 1970 y el año 2000. Mientras tanto, la inflación llegó a caer hasta el 5% a finales de 2006, su mínimo en 37 años", recuerda el Fondo Monetario Internacional (FMI) en su último informe regional.

Un escenario que se ha visto ensombrecido, sobre todo desde el pasado mes de septiembre, ante el deterioro de las condiciones financieras a nivel global y regional y la caída de los precios de las materias primas. Los principales organismos y analistas internacionales han rebajado sus previsiones de crecimiento para la región hasta el entorno del 4,5% este año y alrededor del 3% en 2009. Algunos países, como en el caso de México, apenas crecerán el 1% el próximo año.

El cambio en las perspectivas económicas ha arrojado nuevas dudas sobre uno de los debates de este último año. Si Internet y las tecnologías de la información crearon la ilusión de que los ciclos económicos habían llegado a su fin, el impresionante avance económico logrado por muchos países emergentes en los últimos años había hecho creer a los expertos que el decoupling -el desacoplamiento de estos mercados del ciclo económico de los países desarrollados- era posible.

Pero, como explica Don Hanna, de Citigroup, "la mayor caída en la actividad económica de Estados Unidos, Unión Europea y Japón [conocidos como el G3] desde los años ochenta y el peor comportamiento de los mercados desde los años treinta ha provocado que la metástasis haya llegado también a los mercados emergentes".

Aunque esos mercados ya no son uniformes, como sí se constató en la crisis asiática de 1997 y 1998 y la crisis suramericana de 2001 y 2002, ni tienen respuestas casi miméticas. Tampoco dentro de la región.

"Latinoamérica es una realidad heterogénea", asegura Gerardo della Paolera, presidente emérito y profesor de Económicas de la Universidad Americana de París. "México ya está en otra liga desde hace tiempo, y ahora también lo está Brasil".

Lo cierto es que el mercado ya ha empezado a marcar esas diferencias. El acuerdo alcanzado esta semana entre la Reserva Federal de Estados Unidos y los bancos centrales de Brasil y México -junto a los de Corea y Singapur- para dotar de liquidez en dólares a esos mercados es un reconocimiento a la solidez macroeconómica que han alcanzado en los últimos años, así como a su importancia en el sistema financiero global. Es el mismo reconocimiento que quiere demostrar el FMI con los 250.000 millones de dólares que ha puesto a disposición de "los países que atraviesan dificultades temporales de liquidez", pero que tienen "fundamentos económicos saneados". Entre ellos, claramente, México y Brasil, aunque también otros países de la zona, como Colombia.

Esos acuerdos han sido necesarios por el castigo que los mercados venían infligiendo a las divisas de la región. Desde su nivel más alto frente al dólar, en agosto pasado, el peso mexicano ha perdido un 22%; el real de Brasil, un 25%; el peso chileno, otro 36% desde marzo, y desde julio, el peso argentino, un 11%. Detrás de esos bruscos movimientos "está pasando algo más que sólo el miedo", dice Citigroup.

Muchas oscilaciones tienen que ver con operaciones de carry trade, en las que se toman préstamos en monedas con bajos tipos de interés (por ejemplo, el yen, ahora al 0,3%) para invertir en otras divisas con mayor rentabilidad. Una de las prácticas de ingeniería financiera que también ha llegado a estos mercados. A mediados de octubre, Comercial Mexicana, la tercera empresa de comercio minorista del país, presentó la suspensión de pagos de sus obligaciones al verse atrapada en operaciones de derivados en divisas por más de 1.000 millones de dólares.

Los movimientos en los tipos de cambio también están relacionados con la elevada presencia de entidades financieras extranjeras en estos mercados (de más del 80% en el caso mexicano) que, ante las dificultades del mercado crediticio, repatrían capitales a su país de origen. Es parte del proceso de desapalancamiento (vender determinados activos para obtener liquidez y reducir otras deudas) que se está produciendo a nivel global y que es una de las claves de esta crisis.

Esta combinación "trasladará las restricciones de crédito que sufren la mayoría de los países desarrollados a los países emergentes", asegura BNP Paribas. De hecho, el Instituto de Finanzas Internacionales (IIF, por sus siglas en inglés) prevé que los préstamos netos de la banca a los países emergentes (salvo los del Golfo) pase de 401.000 millones de dólares en 2007 a 245.000 millones este año y 135.000 el que viene.

Una noticia preocupante para una región como América Latina, muy dependiente del capital exterior para financiarse, y que se refleja en el aumento de los costes para asegurar su deuda (credit default swaps) y el índice de riesgo-país de JPMorgan. De nuevo aquí, el mercado discrimina: las tensiones financieras han aumentado para todos, pero el coste para países como Argentina y Ecuador es muy superior al de Chile, Brasil o México [ver gráfico].

En el caso de Argentina, la decisión del Gobierno de nacionalizar los fondos de pensiones privados ha disparado la prima de riesgo hasta exigir un rendimiento superior al 23%. Es decir, "que nadie quiere prestarle dinero a Argentina, ni siquiera Venezuela", aclara Nicholas Morse, de Schroders, que sostiene que ni con esa decisión se elimina el riesgo de una nueva suspensión de pagos del país suramericano por las tensiones presupuestarias que tendrá que afrontar ante las caídas del precio del petróleo y de la soja.

Por si fuera poco, los países emergentes afrontarán una dificultad añadida en 2009. La mayoría de los planes de rescate de los países desarrollados se va a financiar con emisiones de deuda, por lo que los países con riesgos añadidos van a tener que pagar una prima sustanciosa para conseguir colocar sus bonos. Es el efecto crowding out, en el que las emisiones de deuda de los países ricos expulsan del mercado a los países emergentes o incluso a inversores privados menos cualificados.

Las dificultades de este escenario quedan reflejadas en la marcha de las bolsas a lo largo del último mes, con caídas que van desde el 39% de los índices de Argentina o Perú al 5,6% de Venezuela o el 9,5% de Chile. "Las recientes caídas de las bolsas pueden reflejar no sólo la huida del riesgo, sino también la desaceleración del crecimiento en los países emergentes", advierte Citigroup. Ahí es donde el comportamiento de China cobra gran relevancia para el futuro de la región.

Estados Unidos y, en mucha mayor medida, Europa han perdido peso como socio comercial del conjunto de América Latina y el Caribe en detrimento de la región Asia-Pacífico. Casi el 36% de las exportaciones de Chile se dirige a esa región; el 24%, en el caso de Perú; el 18%, de Brasil, y el 16%, de Argentina, según datos de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) de Naciones Unidas.

"Si el crecimiento de China se desacelera hasta niveles del 7%, los países más dependientes de las ventas a ese país sufrirán, aunque no será un drama. Pero si China entrara en recesión, entonces sí que se produciría una auténtica catástrofe", asegura Della Paolera.

No parece que sea eso lo que le espera al gigante asiático. El FMI pronostica un crecimiento de poco más del 9% el año que viene, después del 11,9% registrado en 2007. Pese al ritmo todavía elevado del crecimiento, el frenazo ya se deja notar, especialmente en la demanda de materias primas, y no sólo el petróleo.

Una buena muestra de ello es la evolución del índice del Báltico, que recoge el coste de los fletes de transporte de materias primas y que ha demostrado ser un indicador fiable de la evolución de la demanda de estos productos. Desde el pasado mes de mayo, el índice ha pasado de rozar los 12.000 puntos a menos de 900 puntos esta semana. Es decir, una caída de más del 90% en apenas cinco meses y que los analistas de Barclays atribuyen al deterioro de las perspectivas macroeconómicas globales y, más en concreto, al descenso de la demanda china de acero. De hecho, el consumo chino de este metal ha pasado de crecer el 22% a apenas el 4,8% en septiembre. Brasil, el principal productor mundial de acero, ha tenido que cancelar varios envíos al país asiático, y sus productores, dar marcha atrás en sus pretensiones de aumentar el precio un 11% este año.

Tanto Barclays como los técnicos del FMI también advierten de otra preocupante tendencia que afecta a las materias primas: la congelación del crédito tanto para las pequeñas y medianas empresas exportadoras de China, Brasil y Rusia ("lo que contribuirá a reducir el comercio mundial", dicen desde el banco británico), como a los productores agrícolas, que no pueden acceder así a las semillas, fertilizantes y maquinaria necesarias para la próxima cosecha. De confirmarse estas tendencias, cabría esperar un cierto alza en los precios de los productos agrícolas para la próxima primavera y así lo apunta el mercado de Chicago (donde cotizan los granos), que ha registrado notables subidas este mes.

El Fondo calcula que una caída en el precio de las materias primas del 10% reduce el crecimiento del PIB de la región en 0,8 puntos porcentuales.

Citigroup advierte que si el descenso va más allá, hasta el 15%, "el impacto sobre Latinoamérica empeorará" y el consiguiente deterioro del déficit por cuenta corriente añadirá presión sobre las divisas de la zona, aumentará las probabilidades de subida de los tipos de interés y afectará seriamente al crecimiento.

Hay otras fuentes de ingresos que empiezan a hacer mella en la región. La desaceleración económica de Europa y Estados Unidos ha empezado a frenar la llegada de turistas, sobre todo en la zona del Caribe.

A ello cabe añadir las caídas en las remesas, segunda fuente de ingresos en el caso de México y Ecuador. Aunque las autoridades mexicanas advierten de que puede tratarse de un fenómeno temporal, que los trabajadores mexicanos en Estados Unidos difícilmente volverán a su país, donde el empleo tampoco está garantizado; que muchos pueden haber perdido su trabajo en la construcción, pero que lo buscarán en otro sector, y que en el último mes han empezado a notar que, aunque hay menos envíos, los inmigrantes mandan cada vez más cantidad de dinero.

Este nuevo escenario se convierte, así, en el test a la solidez macroeconómica de Latinoamérica. Si, a diferencia de otras crisis, el modelo de crecimiento de la región resulta viable cuando las condiciones no son las óptimas y si los avances registrados en los últimos años (reducción de la deuda externa, mejora de la balanza por cuenta corriente, credibilidad macroeconómica...) han llegado para quedarse o no.

El Banco de España se hace eco de ese temor. En su último informe semestral sobre la economía latinoamericana, la entidad admite que el deterioro de la situación puede intensificar los síntomas de cambio de ciclo "y condicionar de forma importante las respuestas de política económica en América Latina en los próximos meses".

Es uno de los riesgos que más temen los analistas. Los mercados emergentes tienen en general tasas de inflación muy superiores a los objetivos fijados por sus bancos centrales. Pese al deterioro de la situación económica, los analistas de Citigroup dudan que los bancos emisores vayan a proceder a una rebaja de los tipos de interés "para no arriesgarse a perder parte de su credibilidad".

Según se recrudezca el endurecimiento de las condiciones crediticias, "el recurso a las medidas menos ortodoxas -como la nacionalización de los fondos de pensiones llevada a cabo por las autoridades argentinas- corre el riesgo de incrementarse", dice Don Hanna. Aunque los analistas no prevén que este tipo de medidas se generalicen, sí apuntan la posibilidad de que las autoridades impongan controles de capital si la caída de las divisas se acentúa.

La política fiscal, la respuesta que a la mayoría de los países desarrollados ha recurrido en esta segunda etapa de la crisis financiera, no es una opción para muchas economías emergentes. Algunos países, como India o Brasil en la región, cuentan de partida con niveles de déficit y deuda públicos demasiado elevados para utilizar el presupuesto público como estímulo al crecimiento. Otros todavía están centrados en reducir sus déficit fiscales, como Colombia, en un intento de mantener bajo control sus costes de deuda a largo plazo. De momento, sólo México ha anunciado un paquete de estímulo para intentar compensar el frenazo económico.

Lo que no ha mejorado en este tiempo es la distribución de la riqueza en el continente, y Latinoamérica sigue siendo el que mayores diferencias sociales registra. Un informe del FMI sugiere que la subida de los precios de los alimentos desde finales de 2006 ha reducido el poder de compra de los hogares urbanos más pobres un 16% en Nicaragua y un 3% en México en este tiempo. Con esos incrementos en los precios de productos básicos, advierte el organismo, los avances en la reducción de la pobreza registrados en la última década se han visto anulados.

Estas circunstancias introducen fuertes tensiones sociales en la región y, con ello, el sistema democrático también se pone a prueba. "Hay una fuerte relación directa entre la situación económica y el auge del populismo", reconoce el profesor Della Paolera. De hecho, los partidos de Gobierno de Brasil y Chile, dos de los más estables de toda la región, ya han sufrido sendas derrotas electorales a nivel local en las últimas semanas. Y ése podría ser sólo el principio de una nueva etapa de inestabilidad. -
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Elecciones en EE UU
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"Salga quien salga elegido en los comicios presidenciales de Estados Unidos , no va a cambiar la mirada de Estados Unidos hacia Latinoamérica". Así de rotundo se muestra Gerardo della Paolera, profesor de Económicas y presidente emérito de la Universidad Americana de París. Lo cierto es que en estas elecciones Latinoamérica ha estado más ausente que nunca de las propuestas electorales de los dos candidatos. El 'vecino del patio trasero' no ha concitado el mínimo debate durante la campaña ni siquiera para atraer el apoyo del importante electorado hispano que participará en estos comicios.

El nuevo presidente estará tan acuciado por los problemas derivados de la situación económica de su propio país que poca atención dedicará al resto del continente. El distanciamiento que se ha producido con la región bajo el mandato de George Bush tampoco ayudará a reconstruir puentes.
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El Pais - España/03/11/2008

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