15/7/09

El PP y los sepulcros blanqueados

ARTÍCULOS DE OPINIÓN
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ENRIC SOPENA*
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Cabos sueltos
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De nuevo la derecha –de nuevo el inefable Cristóbal Montoro, el mismo dirigente popular que levita al imaginarse una España con cinco millones de parados- se ha metido en un laberinto y, además, juega a la gallina ciega. O sea, que parece que no se ha enterado aún de qué la financiación autonómica del Gobierno Zapatero no ha sido juzgada por la mayoría de comunidades gobernadas por el PP como más déficit, sino como más dinero.
Con la particularidad importantísima de que este plan de financiación incrementa los recursos para la sanidad, la educación y los servicios sociales, tres materias esenciales que son gestionadas desde hace mucho por los Gobiernos autonómicos. Ello quiere decir que la financiación actual deberá servir, en buena parte, como refuerzo de la cohesión social, obviamente imprescindible en estos tiempos de crisis.

Lo que saca de quicio al PP
Pero digámoslo claro. Lo que saca de quicio al PP es que finalmente hay acuerdo entre el palacio de la Moncloa y el Palau de la Generalitat. Se frotaban las manos los dirigentes genoveses pensando que ERC rompería otra vez la baraja –más o menos como hizo antes de que fuera aprobado el Estatut- y, por consiguiente, el Gobierno que preside José Montilla empezaría a tambalearse a un año y dos meses de las próximas elecciones catalanas.

El pacto del Majestic
Ya soñaba Mariano Rajoy –el cual por otra parte no gana últimamente para sustos a causa del caso Gúrtel- con la repetición del pacto del Majestic, de hace trece años. En esta oportunidad, ese pacto se llevaría a cabo con él de candidato a la presidencia del Gobierno de España, emulando así a su padrino José María Aznar, quien negoció bilateralmente con CiU la financiación de Cataluña a cambio de ser investido jefe del Ejecutivo español. Pujol lo hizo presidente y Aznar le soltó la pasta, aparte de garantizarle también los votos del PP en el Parlamento autonómico para que, de esta forma, el máximo líder del nacionalismo catalán, sin mayoría absoluta, acabara su legislatura sin apenas contratiempos.

Palmeros de Aznar
Todo esto fue ovacionado por la prensa conservadora como un ejercicio de responsabilidad tanto del PP como de CiU. A nadie por aquellas fechas se le ocurrió –entre los periodistas palmeros de Aznar- señalar que el líder de la derecha se plegaba a las exigencias de Pujol. Uno de los periodistas que más contribuyó, como es público y notorio, a que Aznar llegara a la Moncloa, Pedro J. Ramírez, tradicional gurú de la derecha, animó -en una conferencia suya pronunciada en Barcelona- a que CiU apoyara a Aznar. Quien luego se ha caracterizado por sus torpedos dirigidos contra el catalanismo y el nacionalismo, mezclando churras con merinos y al grito de España se rompe, entonces se mostró partidario para Cataluña del ¡federalismo asimétrico!

“Un tratamiento distinto”
“En mi opinión –escribió en su libro Amarga victoria-, CiU debía propiciar con su voto afirmativo una “investidura digna” para Aznar, basada en unos pactos programáticos que incluyeran “un acuerdo de financiación económica que de verdad desarrolle la corresponsabilidad fiscal” y “un plan de transferencias que implante la Administración única, a través de un federalismo asimétrico, en el que el techo teórico sea igual para todos, pero las diferentes realidades tengan un tratamiento distinto”. Exactamente lo que ahora tanto el PP como el propio Ramírez atacan a rabiar porque –dicen- quiebra la igualdad de todos los españoles. Pero cuando la presidencia de Aznar estaba en juego, bien valía “un tratamiento distinto” para contentar a Pujol y a CiU.

La tregua de ETA
Bueno, estas cosas no nos han de sorprender. Alrededor de un año después de ejercer de presidente del Gobierno, Aznar aceptó la tregua de ETA y entabló contactos y negociaciones con la banda terrorista. Ramírez aplaudía el proceso con las orejas y la prensa afín elogiaba la valentía y el sentido de estadista que estaba demostrando Aznar. Pero cuando Zapatero hizo algo similar el PP y sus plataformas mediáticas lo pusieron a parir, lo vilipendiaron sin freno alguno y lo describieron como enemigo de las víctimas y amigo de los etarras. El cinismo de la derecha española es insaciable. Si ellos mandan, España va bien. Si la izquierda gobierna, se hunde España. A este tipo de gentes, hace más de mil años alguien con lucidez y arrojo las calificó con razón “sepulcros blanqueados”.
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*Enric Sopena es director de El Plural
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El Plural - España/15/07/2009

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