2/8/09

Una verdad incoherente

PAUL KRUGMAN
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En estos momentos el destino de la reforma sanitaria en Estados Unidos parece estar en manos de demócratas relativamente conservadores, principalmente miembros de la Coalición del Perro Azul, creada en 1995. [Ese grupo está integrado por una cincuentena de miembros de la Cámara de Representantes y fue formado tras la pérdida del control demócrata del Congreso en 1994 para otorgar una voz única a los miembros más conservadores del Partido Demócrata, que suelen resultar decisivos en las votaciones de temas que dividen a la cámara]. Y uno podría sentir la tentación de decir que el presidente Barack Obama necesita dar a esos demócratas lo que quieren. Pero no puede, porque esos Perros Azules no están siendo razonables.

Para captar el problema, tenemos que entender las líneas generales de la reforma propuesta (todos los planes demócratas que hay sobre el tapete coinciden en lo esencial).

La reforma, si se lleva a cabo, descansará sobre cuatro pilares principales; regulación, ordenanzas, subsidios y competencia. Por regulación me refiero a la aplicación a escala nacional de normas que impedirán a las compañías de seguros negar la cobertura basándose en los historiales médicos o suprimir la cobertura cuando uno enferma. Esto impediría a las aseguradoras burlar el sistema cubriendo sólo a la gente sana.

Por otro lado, también impedirá que los particulares burlen el sistema: los estadounidenses estarán obligados a contratar un seguro aunque disfruten de buena salud, en lugar de hacerlo sólo cuando necesitan atención médica. Y todas las empresas excepto las más pequeñas estarán obligadas a asegurar a los empleados, o a pagar cuotas que contribuyan a cubrir el coste de los subsidios (subsidios que harían el seguro asequible para las familias estadounidenses de bajos ingresos).

Por último, habrá una opción pública; un plan de seguros dirigido por el Gobierno que competirá con las aseguradoras privadas, lo cual contribuirá a moderar los costes.

La parte de la reforma sanitaria relativa a los subsidios costará alrededor de un billón de dólares a lo largo de la próxima década. En todos los planes que hay sobre el tapete actualmente, este gasto se vería compensado por una combinación de ahorros en los costes en otras cosas e impuestos adicionales, de modo que en general no afectaría al déficit federal.

Entonces, ¿qué objeciones ponen los Perros Azules? Pues bien, hablan mucho de responsabilidad fiscal, lo que básicamente se reduce a preocuparse por el coste de esos subsidios. Y es tentador detenerse ahí mismo y protestar. Después de todo, ¿dónde estaban todas esas preocupaciones sobre la responsabilidad fiscal en 2001, cuando la mayoría de los demócratas conservadores votaron entusiasmados por la gran rebaja fiscal que hizo Bush ese año, una rebaja fiscal que añadió 1,35 billones de dólares al déficit?

Pero de hecho, es mucho peor que eso, porque además de protestar por el coste del plan, los Perros Azules están exigiendo cosas que incrementarían enormemente ese coste. Se ha dado mucha publicidad a la oposición de la Coalición del Perro Azul a la opción pública, y con razón: un plan sin una opción pública que modere las primas costaría a los contribuyentes mucho más que un plan sin una opción así.

Pero los Perros Azules también se han estado quejando de la ordenanza relativa a las empresas, lo cual choca todavía más con su supuesta preocupación por el gasto. La Oficina de Presupuestos del Congreso ya ha sopesado el tema; sin la ordenanza para las empresas, la reforma sanitaria podría verse torpedeada si muchas de ellas abandonaran sus actuales planes de seguros y obligaran a los empleados a acogerse a las ayudas federales, lo cual dispararía los costes de los subsidios. No tiene ningún sentido protestar por el coste de los subsidios y al mismo tiempo oponerse a la ordenanza para las empresas.

Entonces, ¿qué quieren los perros azules? A lo mejor lo que pasa es que son unos auténticos hipócritas. Vale la pena recordar la historia de uno de los fundadores de la Coalición del Perro Azul: el ex representante Billy Tauzin de Luisiana. Tauzin se pasó al bando republicano poco después de la creación del grupo; ocho años después, consiguió que se aprobara la Ley de Modernización de Medicare de 2003, una ley altamente irresponsable que incluía enormes regalos a las empresas farmacéuticas y a las compañías de seguros. Y luego abandonó el Congreso para convertirse, sí, en el generosamente remunerado presidente de PhRMA, el grupo de presión del sector farmacéutico.

Por tanto, una posible interpretación es que los Perros Azules están siguiendo básicamente los pasos de Tauzin: si su postura es incoherente, es porque no son más que instrumentos empresariales que defienden intereses especiales. Y como señalaba en un informe reciente el Centro para la Política Receptiva, las farmacéuticas y las aseguradoras últimamente han estado inundando de dinero las arcas de los Perros Azules.

Pero supongo que no soy tan cínico. Al fin y al cabo, los Perros Azules de hoy son políticos que no siguieron el camino de Tauzin; no se cambiaron de chaqueta ni siquiera cuando el Partido Republicano parecía tener todos los ases en la manga y los expertos declaraban que la mayoría republicana era permanente. Así que éstos son demócratas que, a pesar de su relativo conservadurismo, han demostrado cierto compromiso con su partido y los valores de éste.

Ahora, sin embargo, se enfrentan al momento de la verdad. Porque no pueden conseguir concesiones importantes en cuanto al modelo de reforma sanitaria sin condenar al fracaso todo el proyecto: si derriban cualquiera de los cuatro pilares de la reforma, todo se vendrá abajo, y probablemente arrastrará en su caída a la presidencia de Obama. ¿De verdad es eso lo que los Perros Azules quieren que pase? Pronto lo averiguaremos.
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Artículo publicado en The New York Times.
Traducción de News Clips.
Fuente: EL PAIS
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% attac - España/02/08/2009

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