29/12/10

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La prensa española usó su muerte para pasar facturas al país

Fuerte postura antiargentina
En una coincidencia llamativa, los medios de la península adoptaron como propios los argumentos de la oposición neoliberal y apuntaron a una presunta debilidad institucional para sostener el sistema democrático argentino.
Los diarios españoles aprovecharon la muerte del ex presidente Néstor Kirchner para mostrar su rechazo al rol que cumplió desde 2003 en el concierto de las naciones sudamericanas y cuestionar a las instituciones argentinas. También deslizaron un clima de incertidumbre política por la desaparición del líder peronista. El izquierdista Público tituló en su portada: “La repentina muerte de Kirchner abre la batalla por la sucesión.” Con un retrato del santacruceño saludando a la multitud, dedicó gran parte de su edición de ayer a un perfil de Néstor, una editorial sobre “el matrimonio más poderoso de la Argentina”, y un artículo sobre cómo la muerte del líder dejó “atónito” a un país entero. Además, desde sus páginas analizó el temperamento del ex presidente y se preguntó “cómo continuará el modelo” sin su presencia. El País −con una línea de centro derecha y grandes inversiones en medios latinoamericanos− tituló: “La muerte de Kirchner abre la lucha por el poder en Argentina.” Una foto en primer plano que lo retrata pensativo, le sirve para decir que el deceso de Kirchner dejó huérfano al peronismo y abrió “interrogantes sobre el panorama político argentino”. El principal diario de España también relató el clima de “conmoción” de los ciudadanos y la tenacidad del ex presidente, que quiso estar en primera línea “hasta el último momento”, a pesar de sus problemas coronarios. El catalán La Vanguardia recalcó la gran pérdida para toda América Latina, que vive un verdadero duelo regional. “Sudamérica se suma a los días de luto” y los organismos internacionales y de Derechos Humanos se unen con dolor frente a la desaparición del mandatario, relató el periódico centrista. El conservador La Razón tituló “La muerte de Kirchner deja a Argentina en la incertidumbre política” y reconoció en el ex mandatario a “la figura política más relevante de la última década”. También aseguró que su muerte deja un vacío de poder que su esposa, Cristina Fernández, intentará llenar “aunque no lo tendrá fácil con tantísimos enemigos −incluso en las filas del peronismo− acechando su mandato”. Además, admitió que “para muchos argentinos representó la salida hacia la estabilidad tras una crisis que, en 2001, amenazaba con destruir el país”. El monárquico ABC también subrayó el desamparo y, en sus páginas, la incertidumbre tiñó cada una de sus palabras. Para el diario ligado al opositor Partido Popular, El Mundo, “la súbita muerte de Kirchner abre la guerra para suceder a su esposa”. Con una foto de una mujer que flamea la bandera argentina y evidencia su tristeza, el periódico describió “el adiós al argentino más influyente del siglo” y aseguró que “no es momento de hablar del futuro”, sino de congoja y de duelo.
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Tiempo Argentino - Argentina

Derecha e izquierda: la actualidad de una diferencia

OPINION
Por Edgardo Mocca
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Reaparece recurrentemente entre nosotros la discusión sobre la vigencia de la división del mapa político argentino entre izquierdas y derechas. No es una cuestión nueva ni restringida a nuestra realidad: los extraordinarios cambios sociales, políticos y culturales a escala mundial ocurridos en las tres últimas décadas pusieron en crisis los esquemas ordenadores de la política. La centralidad de los Estados nacionales tambaleó bajo el temporal de la globalización, las identidades sociales generadas durante la hegemonía del capitalismo industrial y la sociedad salarial sufrieron una intensa erosión, la “sociedad de los individuos” pareció alejarse definitivamente de los conflictos ideológicos y los antagonismos de clase. En el caso argentino, la dupla izquierda-derecha no se situó nunca en el centro de la disputa. Conservadores-liberales, radicales-conservadores, peronismo-antiperonismo fueron las antinomias que organizaron las grandes pertenencias políticas de la nación recién organizada, de la democratización y de la incorporación de los trabajadores a la plena ciudadanía política. La izquierda así autodefinida alcanzó a ocupar posiciones importantes en la lucha social pero no se expresó como alternativa política de poder, a no ser como “alas” de los grandes partidos populares. La derecha tampoco tuvo su expresión política hegemónica independiente y, en su caso, se expresó a través de las grandes corporaciones económicas, los sectores partidarios conservadores y, hasta 1983, por medio de los golpes y chantajes militares.
El debate se ha reinstalado. Desde su ascenso, el kirchnerismo ha reivindicado su lugar histórico en el mundo del “centroizquierda”, sin abjurar de su condición peronista y construyendo un nexo simbólico con la juventud de los años setenta. La derecha ha retomado el intento –exitoso con la UCeDé de mediados de los ochenta– de construir su espacio político propio a través de la figura de Macri y de su resonante triunfo electoral porteño de 2007.
Sin embargo, entre analistas políticos de diferente signo se procura recusar la existencia de esas divisiones. Cuando Macri ganó la elección en la ciudad de Buenos Aires, abundaron los juicios que negaban que eso significara un triunfo de la derecha. La sociedad porteña no votó a la derecha, decían, sino que se pronunció por un buen gobierno de la ciudad, al margen de los rótulos y las definiciones ideológicas. El argumento lució débil desde un principio: las derechas –tampoco las izquierdas– ganan con los votos de sus propias filas que, salvo en tiempos fugaces de excitación y temblor político, son siempre minoritarias en el conjunto de la población; necesitan, para ganar, del voto centrista y oscilante de las mayorías. Con el paso del tiempo y el desarrollo de la acción de gobierno, la interpretación tecnocrática del triunfo macrista languidece aún más. No solamente porque el gobierno profundizó la desigualdad, debilitó el espacio público, se concentró en los grandes negocios público-privados, nombró funcionarios de indudable abolengo conservador y desarrolló un discurso de derecha cada vez más crudo; también porque, aun en el marco de ese sinceramiento político, conservó un núcleo duro de apoyos electorales que, aun cuando aparece visiblemente debilitado, está en condiciones de pelear la continuidad en el gobierno. Difícilmente esos apoyos puedan explicarse en términos de “buen gobierno” y neutralidad política.
La escena desplegada alrededor del conflicto en el Parque Indoamericano refuerza la existencia y la vigencia de la alternativa derecha-izquierda. Un “parque” reducido a basural por la desidia gubernamental ocupado por pobladores de una villa cercana, un desalojo violento y fracasado, la demanda del gobierno porteño de un nuevo desalojo sazonado por apelaciones xenófobas que encendieron la mecha de la guerra entre “buenos vecinos” y “extranjeros delincuentes” y la decisión del gobierno nacional de descartar cualquier nuevo recurso a la violencia para encarar una búsqueda, finalmente exitosa, de solución política conformaron un cuadro muy completo de la naturaleza de las diferencias.
Claro que pensar en términos de derecha e izquierda requiere precisiones necesariamente litigiosas. Es necesario distinguir el plano de los valores y de las estructuras: sostener, por ejemplo, que el gobierno nacional sostiene rumbos afines a la izquierda no equivale a caracterizar de ese modo a todas las fuerzas políticas que lo apoyan. Del mismo modo, registrar las reacciones antiextranjeras como expresión ideológica de derecha no supone que las personas que ocasionalmente se pronuncian de ese modo asumen posiciones de derecha en todos los sentidos. Izquierda, supo decir Norberto Bobbio, significa básicamente igualdad y común pertenencia ciudadana, y derecha significa aceptación de la desigualdad como fuente del espíritu competitivo y creativo que desarrolla a las sociedades. Son dos polos “ideales” que, en la práctica política, funcionan de modo flexible y siempre acechados por los requisitos tácticos de la lucha por el poder.
En la Argentina de estos años funciona otra manera de la negación de la existencia de las derechas y las izquierdas. Su recitado es más o menos así: el gobierno no tiene ninguna afinidad con la izquierda y el centroizquierda; ha montado un simulacro en el que la agitación populista funciona como decorado del pragmatismo y la acumulación sistemática de poder. Esta mirada es, sin duda, una regresión metafísica, según la cual los grandes conflictos de intereses y valores políticos pierden entidad porque quienes lo impulsan carecen de autenticidad. Para identificar izquierdas y derechas bastaría una colección de carpetas de archivo mediante las cuales se identificaría el ADN del actor, lo que a su vez validaría o negaría sus pretensiones de identidad política. Lo que ocurre es que en política no hay máscaras o, lo que es lo mismo, todas son máscaras; lo que se dice y lo que se hace se convierte en una presencia independiente de la voluntad del actor. Así como hoy se puede reconocer que la conquista de las vacaciones y el aguinaldo son independientes del paso de Perón por Italia y su elogio de Mussolini, también con el tiempo la democratización de los medios, la asignación a la niñez o la reestatización de los aportes jubilatorios se emanciparán de la biografía de los Kirchner.
Por otra parte, ¿se justifica adoptar el ropaje del pluralismo y la negociación política en lugar de la represión ante el conflicto en el sur de Buenos Aires con fines electorales? Hoy hay muchos consultores que se atreven a poner en duda ese aserto y más bien consideran que el oficialismo puede pagar algún costo por esa definición. ¿Está la opinión pública tan volcada a favor de una gestión de la seguridad de corte político democrático y respetuoso de los derechos humanos como la que se insinúa con la designación de Nilda Garré al frente del ministerio? Es razonable ponerlo en duda. De manera que el balance provisorio del episodio es, más bien, una apuesta fuerte de la Presidenta a explotar su recuperación en términos de opinión pública en la dirección de una profundización de líneas de acción que serían más problemáticas en otros tiempos.
Tampoco es una apuesta “inocente”. Consiste en el aprendizaje de la experiencia: cuando un gobierno “crece” haciendo concesiones cruciales a sus adversarios (corporaciones, grupos mediáticos concentrados, sectores oscuros en las fuerzas de seguridad), los que en realidad crecen son esos adversarios. Las vicisitudes de la democracia recuperada desde 1983 parecen una prueba categórica al respecto.
Se podría pensar que la díada derecha-izquierda no solamente está vigente hoy entre nosotros, sino que ha adquirido una densidad temática y un dramatismo político que no tuvo antes. Y en ese clima, los argentinos decidiremos nuestro futuro político en octubre próximo.
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Página/12 - Argentina

Partidos políticos y empresas, los más corruptos en España

Un informe de Transparency Internacional señala que un 2% de la población española ha recurrido a sobornos para obtener una mejor atención
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EFE - Madrid
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Los partidos políticos y las empresas son los sectores más corruptos en España, según un informe de Transparency Internacional elaborado en 62 países y que recoge las opiniones de 60.000 ciudadanos. Tras la política y los negocios, los ciudadanos españoles señalan como corruptos a los medios de comunicación -que empeoran casi un 10% con respecto al 2005- y a los servicios de registro y permisos. En el lado opuesto, los mejor parados en este informe, que analiza 14 sectores, son los servicios médicos y educativos, seguidos de las organizaciones no gubernamentales y el ejército.
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Los parlamentarios, los jueces y Hacienda también se sitúan entre los primeros puestos en cuanto a niveles de corrupción, seguidos de entidades religiosas y la policía, siempre según los encuestados, unas mil personas en el caso de España. En la encuesta también se pregunta sobre el índice de corrupción en la vida persona y familiar, donde casi el 50% de los encuestados españoles admite que afectaba.
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Recurso frecuente
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Por otra parte, el informe señala que un 2% de la población española, igual que en el resto de Europa, ha tenido que recurrir a los sobornos para recibir un trato decente en los ámbitos sanitarios, judiciales o educativos. Los encuestados españoles han valorado, en comparación con el resto de Europa, la lucha del Gobierno contra la corrupción, que obtuvo un 18% de "muy eficaz" frente a la media europea de un 4%.
No obstante, los expertos de la Transparency International en España han indicado que este dato puede estar sesgado con motivo de los escándalos de corrupción y las detenciones que han tenido lugar este año en España, ya que la encuesta se hizo en la primera quincena de agosto. De los encuestados, un 49% opinó que la lucha del Gobierno español contra la corrupción es ineficaz o inexistente, mientras que un 10% -frente a la media europa del 14 por ciento- indicó que, no sólo no lucha contra ella, sino que además la fomenta.
En el ábito internaciona, del estudio destaca que en Asia y África la policía es una de las instituciones más corruptas, la que más en muchos casos, mientras que en el sureste de Europa (Bulgaria, Kosovo, Rumanía, Turquía) los sectores más corruptos son los sistemas judiciales y sanitarios. El continente africano es la zona donde los sobornos para lograr servicios básicos son más frecuentes, con un 36%, frente al 2% de Europa y el 17% de Latinoamérica-. De hecho, los ciudadanos en África llegan a pagar desde 6 euros a empresas de suministro de electricidad hasta 50 euros a funcionarios encargados de inscripciones y permisos.
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El Pais - España

"Es preciso un Núremberg de los especuladores"

Jean Ziegler. Escritor. Diplomático internacional en la ONU, publica el ensayo ‘El odio a Occidente’, una crítica al sistema capitalista dominado por Europa y EEUU
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GUILLAUME FOURMONT
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PUBLICO -ANGEL NAVARRETE / POOL
Que nadie se deje engañar por su muy oficial cargo de miembro del Comité Consultivo del Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Tras sus gafas de pasta de profesor de universidad, el suizo Jean Ziegler (Thoune, 1934) es un revolucionario. Le gusta provocar y gritar lo que sus colegas diplomáticos no osan decir ni en los pasillos de las organizaciones internacionales. Un ejemplo: "Un niño que muere de hambre en la actualidad es un asesinato". Otro: "Somos democracias, pero practicamos un fascismo exterior". Ziegler es un hombre que argumenta cada frase con cifras o citas de grandes intelectuales, como ese grito de dolor del poeta anticolonialista Aimé Césaire: "Vivo en una herida sagrada / Vivo en un querer oscuro / Vivo en un largo silencio". De esa herida habla Ziegler en su último libro, El odio a Occidente (Península), un título que responsabiliza a los países desarrollados de los males del mundo. El escritor no pierde la esperanza y aspira a una "revolución para acabar con el orden caníbal del mundo". En la portada de su ensayo, la "i" de la palabra "odio" es una bomba con detonador. Queda un solo segundo para que estalle.
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¿Tan mal va el mundo?
Jamás en la historia un emperador o un rey ha tenido tanto poder como el que posee la oligarquía del poder financiero en la actualidad. Son las bolsas que deciden quién vive y quién muere. Pueden comer 12.000 millones de personas, el doble de la población mundial. Pero cada cinco segundos, un niño menor de 10 años muere de hambre. ¡Es un asesinato!
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¿De ahí viene el odio del que habla? ¿Por qué nos odian?
Hay que distinguir dos tipos de odio. Uno, primero, patológico, como el de Al Qaeda, que asesina a inocentes con bombas. Pero nada justifica esta violencia, ¡nada! Y de eso no trata mi libro. Me refiero a un odio meditado, que pide justicia y compensación, que llama a romper con el sistema estructural del mundo, dominado por el capitalismo.
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"Un niño que muere de hambre en la actualidad es un asesinato"
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¿De la crisis no hemos aprendido nada?
¿Lecciones? Es peor aún: esos bandidos de especuladores que provocaron la crisis y la quiebra del sistema occidental atacan ahora productos como el arroz y el trigo. Hay miles de víctimas más que antes. Hay que sentar a esos especuladores en el banquillo. ¡Hay que celebrar un Núremberg para ellos!
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Usted trabaja en la ONU. ¿No cree en el papel de la comunidad internacional?
El mero hecho de que la comunidad internacional sea consciente de los problemas del mundo es positivo. Los Objetivos del Milenio no se han cumplido, pero no soy una persona escéptica.
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¿No cree, sin embargo, que a Occidente sólo le interesa Occidente y que mantiene adrede al Tercer Mundo en la pobreza?
¡Es verdad! Pero no se trata de donar más, sino de robar menos. En África se pueden encontrar productos europeos más baratos que los locales, mientras que la gente se mata trabajando. ¡La hipocresía de los europeos es bestial! Nosotros generamos hambre en África, pero cuando los inmigrantes llegan a nuestras costas en pateras, los echamos. ¡Para acabar con el hambre, se necesita una revolución!
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"Evo Morales se merece el Nobel de la Paz; el de Obama ha sido ridículo"
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¿En Occidente? ¿Esto es posible?
La sociedad civil se ha despertado. Hay movimientos como Attac, Greanpeace y otros que hacen una crítica radical del orden mundial. En Occidente tenemos democracias, pero practicamos un fascismo exterior. Aunque en democracia no hay nada imposible. "El revolucionario debe ser capaz de oír la hierba crecer", dijo Karl Marx.
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En su libro habla de la Bolivia de Evo Morales como ejemplo.
Es un caso ejemplar. Por primera vez en su historia, el pueblo boliviano eligió como presidente a uno de ellos, un indígena aimara. Y en seis meses expulsaron a las empresas privadas que se quedaban con todos los beneficios de las energías del país. El Gobierno pudo con esos millones ganados lanzar programas sociales y Bolivia es ahora un Estado floreciente y, sobre todo, soberano. Ojo, no soy un ingenuo, pero en Bolivia la memoria herida del pueblo se convirtió en una lucha política, en una insurrección identitaria.
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En otros términos, Morales se merecía más el Nobel de la Paz que Obama.
¡Claro! El Nobel de Obama era ridículo, era una operación de marketing.
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"Una revolución podrá acabar con el orden caníbal del mundo"
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¿Obama no traía consigo ninguna esperanza?
Ver una cara negra de presidente de Estados Unidos en la portada de grandes revistas ha sido increíble, sobre todo porque el bisabuelo de la esposa de Obama era un esclavo. Pero sólo es un símbolo. El imperio americano son tres cosas: la industria del armamento, Wall Street y el lobby sionista. Obama sabe que si toca alguno de los tres está muerto. Y no lo hará. La esperanza viene de la sociedad civil. Si se consigue crear una alianza planetaria de todos los movimientos de emancipación, de Occidente y del Sur, entonces habrá una revolución mundial, una revolución capaz de acabar con el orden caníbal del mundo.
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Publico.es - España

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